Noticia de algunos códices MSS. y libros raros de Valencia.
Mi querido hermano: Por aprovechar los pocos días que me detuve en Valencia disponiendo el viaje a Tortosa, me dediqué a examinar algunos códices MSS. de la biblioteca de mi convento de Predicadores. Es este un buen depósito de curiosidades literarias y tipográficas, de las cuales diré algo mientras se prepara otra cosa.
Lo primero que me vino a mano fue un códice en fol. menor escrito en buen papel, que contiene las historias publicadas hasta ahora del arzobispo D. Rodrigo Ximénez, es a saber: Historia rerum Hispaniae, entera, sin distinción de libros, pero sí de capítulos. = Historia romanorum, completa. = Historia hugnorum, vandalorum, suevorum, alanorum, et silingorum. = Historia ostogothorum, seguida a la antecedente, que es su propio lugar. = Historia Machometi, (Mahoma, Mohammad, etc) solos los seis capítulos primeros hasta la muerte de aquel impostor. Bien sé que se hallan en otras partes varios códices de aquellas obras; mas este tiene el mérito de ser sin disputa muy cercano a la muerte de su autor, como lo demuestra el carácter, que es del siglo XIII. Además su lectura es preferible en muchos lugares al texto que eligió Escoto (Hisp. illustr. tom. 2.), como lo puedes ver cotejando con el impreso las siguientes palabras que copié de este códice, y son del fin de la Historia romanorum. Dice así: Caesar itaque bellis civilibus IIII. annis in Ispaniam gestis, Romam reddiit, in isto redditu à senatoribus occidendus: et Ispania flebilis remansit omnium transeuntium pedibus conculcata, et variorum praesidum tyranide lacerata. Otra muestra de lo que digo es el prólogo a la historia de Mahoma, que en el MS. es como se sigue:
"Prologus in historia Machometi.
Quia calamitatum acervus et gravissima in Ispaniâ dispendia quae fuerit perpessa, in superioribus ut licuit explicavi; nunc de excidiis arabum, quae utinam sint postrema, à quibus nichil fuit in Ispaniis intemptatum, finem imponere dignum duxi; si divina potentia velit à gladiatorum dissecationibus, custodire eam, quae jam à DXLII annis, et ultra fuit repetito gladio dissecata; nec à filiis evasit viscerum sectionem; imo quinque regibus dispertita ab eis et transfugis ad sarracenos intestini vulneris supplicia non evasit. Verum divina clementia misereatur (f. miserante) à tempore nobilis Alfonsi, qui prope Bilche Amiramominum cum arabibus campestri praelio efugavit, et fuit arabum gladius ebetatus, et gothorum strenuitas restituta, talionis semitas aperuit christianis; et sicut à principio christianos incolas sub tributi onere coegerunt, sic et modò, restitutis munitionibus principibus christianis, degunt in servitute solitam sub tributo. Eorum itaque successiones et tempora volens posteris conservare, eorum exordium à Machometi tempore incoavi, qui eorum sectae fuit conditor et inventor: de ejus origine, praedicatione, et regno, quae relatione fideli, et eorum scripturis ad detegendam gentis illius saevitiam, et versuciam satis breviter explicavi. Advertat autem lector saevitiam versuti hominis Machometi, qui corde finxit virus pestiferum, quo libidinosas animas quasi nexibus colligavit; ut discant parvuli à fabulis abstinere, et colligari de funiculis, et trahi vinculis caritatis,"
Hay que notar además en este MS. que en el prólogo - dedicatoria de la Historia rerum Hispaniae, se halla la particularidad advertida por Nicolás Antonio en el códice que poseía D. Juan Lucas Cortés; y es que el arzobispo D. Rodrigo hablando allí con el santo rey D. Fernando, le dice lo siguiente: Vobis itaque Castellae, et Toleti, Legionis, et Galeciae, Cordubae et LUSITANIAE inclite domine rex Fernande &c. Así se lee en este códice, donde se echan de menos las palabras, Murciae et Gienni (Murcia, Jaén), que se hallan en el de Cortés y en la edición de Escoto. El señor Bayer en las notas a Nicolás Antonio conjetura que en vez de Lusitaniae debe leerse Bastitaniae, aludiendo a Baeza, mayormente hallándose esta palabra entre las de Murciae et Gienni; mas faltando estas, como ya dije, en nuestro códice, queda en pie esta curiosidad y reparo histórico, acerca de lo que quiso indicar con ello el arzobispo D. Rodrigo.
Vi también allí mismo un vol. fol. MS. vit. que contiene las cuatro primeras partidas del rey D. Alonso: está escrito con gran prolijidad y exactitud, y es de principios del siglo XV. Otro casi del mismo tiempo, pero menos suntuoso, de los privilegios concedidos a la ciudad y reino de Valencia, los cuales imprimió después Diego Gumiel en 1515; pero en este códice hay variantes de consideración, como me aseguró el Lr. Ribelles, bibliotecario de dicha casa, que le tenía cotejado con el impreso, noticia que tal vez servirá algún día.
Hallé asimismo un vol. 4.° MS. vit. con este epígrafe: Aquest libre de menescalia ha compilat, e esperimentat lo noble mossen Manuel Diez, senyor de la vila de Andilla.
De este escritor y su libro de Albeitería (albéitar) habló Ximeno Bibl. Valent. t. I. pág. 35.; mas no conoció la edición que en idioma catalán se hizo en Barcelona por Juan Rosembach en el año 1515, la cual vi también en aquella biblioteca, y es traducción hecha de la lengua castellana, en que luego debió traducirse esta obra. Consta con certeza que se escribió originalmente en lemosín, (puta manía de llamar así a la lengua valenciana, con tantos autores anteriores que lo corroboran) como se infiere de este códice ignorado de todos, cuya escritura es de mitad del siglo XV en que floreció su autor: que fuese este su manuscrito original, puede colegirse de esta nota que se halla al principio de él: Dio este libro original de su mismo autor a la librería del convento de Predicadores de Valencia Fr. Vicente Beaumont.
Tan apreciable y aún más que este códice es otro que hay allí en 8.° vit., y contiene la obra intitulada Aurora, que escribió Pedro Riga, cantor y canónigo Remense, hacia los años 1170. El epígrafe de este códice dice así: Incipit biblioteca (biblia) metricè composita à magistro Petro Remense Riga, quam intitulavit Aurora (a).
(a) El prólogo de este libro, y varias excerptas de él pueden verse en la Historia poetarum et poemarum medii aevi (medievo), que publicó Policarpo Leysers Halae Magdeb. 1721. p. 701. 727. Allí mismo pág. 697. 733. se leen los libros de Ester y de Rut puestos en metro por este Pedro de Riga, uno de los escritores que vindican la edad media de la barbarie que se le imputa; sobre lo cual merece leerse la disertación del mismo Leysers De fictam medii aevi barbarie, Helmstad. 1719, y otra que publicó el año próximo De primis theologiae doctoribus è saxonum gente; y aún más el tratado que posteriormente escribió M. G. Lehmanno De leoninis et rhythmicis *superforum temporum scriptis. Mucho pudieran haberse ilustrado estas obras con las ingeniosas y sabias composiciones métricas de nuestros españoles, de que tal vez podremos dar muestra algún día.
Es una paráfrasis de la biblia en dísticos y otros metros. En la Biblioteca latina de Fabricio se podrá ver el aprecio que hacen los eruditos de los códices MSS. de esta obra inédita, que yo sepa. Este de que hablamos tiene la ventaja de ser del siglo XIII, y entre otras cosas notables hallo en el prólogo que el autor se propuso componer en verso todo el Pentateuco, siendo así que en el prólogo que copió Fabricio de otro códice, se lee que sólo se propuso versificar sobre el Génesis.
A esta obra extranjera puede añadirse la noticia de otra,cuyo autor no conozco. Es un códice en 4.° del siglo XIV, que contiene una versión latina de la Ethica Aristotelis, al fin de la cual se lee: Magnifici viri domini Marti... juris utriusque ... ethicorum decimus feliciter explicit. Lo indicado con puntos está raído de propósito y con gran prolijidad; en lo cual no es fácil alcanzar qué objeto tuvo aquella mano ignorante. Lo cierto es que ni entre los Martinos de la Biblioteca latina de Fabricio, ni entre los intérpretes de Aristóteles del mismo he podido rastrear el autor de esta versión. El cual en el prólogo dice que hasta su tiempo sólo se había hecho una muy mala versión latina de los éticos de Aristóteles, atribuida a algún fraile de la orden de Predicadores; y hacia el fin añade: Ego igitur infinitis penè hujusmodi erroribus permotus, cum haec indigna Aristotele, indignaque nobis, ac linguam nostram arbitrarer; cùm suavitatem horum librorum, quae graeco sermone maxima est, in asperitatem conversam, nomina incorta (f. incompta, o incierta), res obscuratas, doctrinam labefactatam viderem; laborem suscepi novae traductionis, in qua, ut cetera ommitam, illud assecutum me puto, ut hos libros nunc primùm latinos fecerim, cùm ante non essent.
Hay también un vol. fol. que contiene dos tratados. El primero es la crónica general que compuso Fr. Martín Polono de mi orden en el siglo XIII. El MS. es extranjero y muy cercano a aquel tiempo; es de notar en él que llega hasta la elección del papa Honorio IV, la cual pone en el año 1284, siendo así que Echard en su Biblioteca supone muerto al autor en 1278. El segundo tratado es Compilatio Girardi de Antiverbia canonicè clarimoten. = Principia “Reverendo patri ac domino Ivoni, miseratione divinam cluniacen. (Cluny) coenobii humili ministro, Girardus de Antiverbia, canonicus, vitam in praesenti, et gloriam in futuro. Omnem quidem ordinem sanctum, pater, in visceribus diligo, magnifico, vereor, et adoro...”
Guárdase también con mucho cuidado una biblia MS. en fol. max., que al parecer es del siglo XIV. Al principio se halla un precepto del General de mi orden Fr. Tomás Turco, en que prohíbe severamente que se extraiga de la biblioteca. La fecha es de 6 de Agosto de 1647. Copiaré algunas expresiones muy dignas de su ilustración y de la gravedad de la materia. Dice así: "Nos Fr. Tomás Turcus... Quia bibliorum codices antiqui MSS. ecclesiae Dei utilissimi sunt, ac necessarri, atque in magno praetio ad restituenda latinae vulgatae editionis loca depravata; et saepe contingit à stultis judicari hujusmodi biblia bibliothecarum loca inutiliter occupare, ac proinde vili praetio ea mechanicis artificibus vendere soleant, eorum chartas in viles usus conversuris: ideo tanto malo obviare cupientes, tenore praesentium &c.” Así hablaba aquel docto varón aun después de las correcciones de la biblia y de sus exactísimas ediciones.
Vi también un vol. fol. Ms. a lo que parece de los principios del siglo XV. Todo él es lemosín, y contiene la miscelánea siguiente: primerament lo llibre apellat Macer, que es un tratado de medicina, o más bien de medicamentos para enfermedades particulares: síguese a este otro tratado de las plantas y sus virtudes, del cual acaso pudieran aprovecharse útilmente los botánicos modernos. Después de varios retazos de astrología, gramática y preces, en que se mezclan algunas supersticiones, sigue un libro que tiene este título: açi comencen los proverbis de la saviesa de Salamó.
Es un compendio de filosofía moral y cristiana de muy buena mano, y escrito con no menos gracia que sencillez. Por último contiene un arte de cocina. Téngolo todo por anónimo: yo a lo menos no he podido rastrear el autor; son escritos apreciables por la gran multitud de voces que nos conservan del antiguo lemosín.
Para lo mismo y acaso sólo para ello, podrá servir otra obra también lemosina más desconocida que su autor. Es un compendio de todas las historias desde el principio del mundo. Le escribió Fr. Jayme Domenec (*), dominico, inquisidor en los reinos de Mallorca, y muy estimado del rey D. Pedro IV de Aragón, llamado el Ceremonioso, de cuya orden le comenzó en Perpiñán hacia los años 1360.
(*) A este escritor llaman Echard y Nicolás Antonio Jacobus Dominici, y Diago (Hist. prov. Arag. l. I. cap. I.) Jayme Domingo. Por esta obra, que escribió en su lengua nativa, conta que se llamó Domenech.
El autor se propuso extractar el Speculum historiale de Fr. Vicente Bellovacense, y continuar su obra hasta los tiempos del dicho Monarca; mas no llega sino hasta la concepción de Jesucristo, y aun eso llena dos vol. fol.
Últimamente registré allí muy despacio un códice MS. fol., que contiene varias constituciones de la santa iglesia de Tarragona; es a saber, las provinciales de los años 1338. = 39. = 54. = 64. = 67. = 70.= 91. = 95. = y 1406.; todas las cuales casi a la letra están ya publicadas en las colecciones del cardenal de Aurea o Doria, de Antonio Agustín y del S. Teres (Terés). Sigue a ellas un escrito con este título: Ordo procedendi usitâtus per constituciones sacri concilii Terracone contra invasores, raptores, et depredatores hominum, bonorum, et rerum ecclesiasticarum in curiam Terracone. Qui etiam variatur ad arbitrium judicis secundum casuum accidentiam, ac qualitatem, conditionem, et statum personarum delinquentium, et in quibus delinquitur. Ordinatus per venerabilem Bartholomeum çes avaçes, decretorum doctorem, civem Terracone. Contiene además este volumen las constituciones de doce sínodos diocesanos celebrados en la misma iglesia en el siglo XIV y principios del siguiente. Cosa de que ni aun en sus episcopologios hallo noticia alguna. Y como sea verdad que las constituciones provinciales son las primeras y más autorizadas leyes de una iglesia metropolitana; todavía merecen gran consideración y aprecio las diocesanas, porque tal vez descienden a tratar de costumbres peculiares de uno u otro pueblo, y siempre son los monumentos más seguros de la disciplina peculiar de cada iglesia, así como las otras muestran la de cada provincia.
Mas a pesar de tan feliz hallazgo, esperaré ocasión más oportuna para hablar de él, que ya hoy me he detenido sobrado en el escrutinio de los códices de esta biblioteca.
Sólo me falta añadir dos palabras sobre la copia adjunta, que es del testamento, y los cuatro codicilos que hizo en Tarragona poco antes de morir el obispo de Valencia D. Fr. Raymundo Despont en el año 1312. Había ido a aquella ciudad al concilio provincial, y hacia la fiesta de Todos Santos enfermó, y dispuso de sus rentas, libros y demás alhajas, como verás en este documento, con que se puede enriquecer el Glosario de Ducange, y se muestran las costumbres, simplicidad y piedad de los prelados de aquel tiempo.
La copia es tomada de la que sacó por su mano el P. Fr. Josef Texidor, de mi orden, de una que existe en el archivo de la catedral de Valencia (a: V. el Apénd. n. XVII.).
En esta misma ciudad vi un libro raro y desconocido a todos los bibliógrafos, y es una traducción lemosina del Sacramental que escribió entrado ya el siglo XV Clemente Sánchez de Verceal, arcediano de Valderas en la iglesia de León. Nicolás Antonio duda si esta obra se escribió originalmente en latín o en castellano. Bayer en las notas a la Biblioteca vetus asegura que fue escrita en castellano, y cita además de dos MSS. una edición de Sevilla del año 1478. Mas ni uno ni otro conocieron la traducción y edición de que hablo, en cuyo frontis se leen estas palabras: Lo Sagramental arromançat ab. ses alleguacions en lati. Si bien se considera la palabra arromançat, parece que la versión se hizo del latín; porque romance se llamaba entonces cualquiera lengua vulgar, en contraposición de las desusadas y muertas. Como quiera, es una versión literal, que comprende las tres partes de esta obra. Daré una muestra del prólogo:
Nostre senyor Jesu Christ qui es vengut rembre lo humanal linatge: e ha donat orde, e regla com viure deuem (devem), et com nos puscam salvar... per ço yo Climent Sanxis, ardiaca de Vallderas en la sglesia de Leo, encara que peccador e indigne, preposi de treballar e de fer una breu compilacio de les coses que necessaries son als sacerdots que an cura de animes.... entench partir aquest libre en tres parts (*). Al fin del volumen se halla esta nota: Fonch emprentada la present obra en la insigne ciutat de Leyda per mestre Henrich Botell emprentador en lany de nostre Salvador Jesu Christ mil CCCC.LXXXXV. V. de nobembre (o nohembre) (**).
(*) Nuestro señor Jesucristo que vino a redimir el humano linaje, y dio orden y regla de vida para que podamos salvarnos... Por esta causa yo Clemente Sánchez (o Sanchís), arcediano de Valderas en la iglesia de León, aunque pecador e indigno, me propuse trabajar y formar una breve colección de las cosas necesarias a los sacerdotes que tienen cura de almas... Pienso dividir este libro en tres partes.
(**) Fue impresa la presente obra en la insigne ciudad de Lérida por maestre Henrique Botell, impresor, el año de nuestro Salvador Jesucristo 1495 a 5 de noviembre.
Es un tomo en folio menor; está entero, y consta de 166 hojas, sin contar el prólogo ni el índice de la primera parte. Está impreso a dos columnas en muy buen papel, y carece de páginas (paginación). Todas estas señas puedo dar del libro; mas no decir quién es su poseedor.
Códices litúrgicos que se conservan en la Biblioteca de la santa Iglesia Metropolitana de Valencia.
Mi querido hermano: He comenzado estos días el examen de los códices litúrgicos que se conservan en esta santa Iglesia de Valencia, cuya razón voy a darte con la posible brevedad, pues lo he prometido.
Primero hablaré de los que pertenecen a otras Iglesias, entre los cuales me han llamado la atención tres ejemplares de un misal inglés, todos en vitela, de diversos tamaños, escritos a fines del siglo XIII, o principios del XIV.
Consta que son ingleses, no sólo por la multitud de Santos de aquella nación que celebra la mayor parte con octava, y por estar en la lengua de aquel país la fórmula de los esponsales; sino principalmente porque en un rasgo de la pluma del escritor al fin de uno de ellos, se lee que era de (1) Westminster (pone West-minster), acaso de la famosa y antiquísima Abadía de Benedictinos. Lo más notable que hay en ellos es la (2) secuencia para cada Domingo de Adviento: (3) cosa que sabes cuan rara es respecto de un tiempo en que por lo común cesa toda señal de alegría. Y aun echo de ver que estas son diferentes de los pocos ejemplares de esta excepción que cita Martene. (4) También tienen prosas para todas las fiestas de los Santos; y para que no falte a ninguna de ellas esta solemnidad, (5) las ponen en las misas comunes. A la oración secreta llaman secretum a diferencia de los nuestros antiguos, que unos la llaman sacra otros sacranda. En lo demás son harto conformes al romano.
Hay también un misal escrito por un Bertrando Daynnier, loci de Flamnaco Dioecesis Ruthenensis (de Rodez) anno 1469. Otro también MS. en vitela en 4.° de la Iglesia de Roma, que fue del uso del Ven. D. Miguel Amigó, Presbítero valenciano: es de fines del siglo XV.
Item, Missale Ord. Minor. Venetiis edit. ab Octav. Scoto 1482 en 4.°
Se halla también un breviario de la Iglesia de Cartagena MS. en 4.° en muy buen papel, pero diminuto. Carece de salterio: de los himnos sólo nota el primer verso, y de las lecciones la primera cláusula: pone en algunas fiestas dos añas, ad Magnificat: el Santoral comienza por la fiesta de S. Juan ante portam Latinam, y acaba con la de la Invención de la Cruz. La primera lección principia casi siempre por la del Martirologio. No se halla en él fiesta alguna posterior al siglo XII, ni aun de la del Corpus hace mención, sino por incidencia, hablando de los tiempos en que se debe decir el oficio de la Virgen. También parece favorecer mucho a la antigüedad de este códice la rúbrica del día de la Natividad del Señor, en la cual previene que las misas del gallo y de la aurora no se terminen con Ite missa est, sino con Benedicamus Domino; nè populus, dice, licenciatus ab Ecclesiam ad missam majorem non redeat. Palabras que manifiestan mucha proximidad al siglo XI, en el cual se escribió el libro intitulado Micrologus de observ. Eccles., en cuyo capítulo XXXIV hallo lo siguiente: Finitis nocturnalibus vigiliis, missa Dominus dixit ante matutinales laudes cum Benedicamus Domino, non cum Ite missa est completur, ne populo quasi licentiam abeundi infra matutinales laudes dedisse videamur, quas statim post missam, iterum concrepantibus signis, incipere solemus. Sin embargo, creo que este códice se escribió en el siglo XV, como lo manifiesta el carácter uniforme con las notas que puso algún curioso en las primeras y últimas hojas por los años 1460.
Vengamos ya a los códices propios de esta Iglesia, los cuales por lo general son del siglo XV, aunque alguno de ellos alcanza tal vez a los últimos años del XIV. Y es bien de admirar que entre tantos misales como se conservan, sólo haya quedado un breviario en folio MS. en vitela el año 1464, como consta de las tablas del cómputo eclesiástico. Otro ejemplar idéntico existe en la Iglesia parroquial de los Santos Juanes de esta ciudad, pero está escrito cuatro años antes. Contiene las constituciones sobre los oficios divinos, que el año 1408 formó el Obispo de esta Iglesia Don Hugo Lupia y Bagés con su Cabildo, las cuales envié el correo pasado. Aunque dejo para los siguientes la noticia de algunas costumbres de esta Iglesia, no puedo omitir hoy una cosa harto singular de este códice; y es, que en las principales festividades después del Resp. IX de maitines, pone una como prosa de seis u ocho versos, a la cual llama constantemente verbeta. Palabra usada también en algunas fiestas por un breviario del monasterio de Sixena (Sijena) que existe en la biblioteca de esta Universidad impreso en Zaragoza por Jorge Coci el año 1547; pero desconocida a los autores litúrgicos y gramáticos que he visto hasta ahora. Tal vez puede derivarse de los verbos verbicino, verbosor como si dijera: mucha, o nimia, o más alabanza. A no ser que la tengamos por lemosina en su origen, y alusiva en la significación a la voz verbet, con que los comerciantes de telas de seda de este país llaman a la tarjeta o papelillo cosido a las piezas de ropa donde apuntan su precio, varas &c. Esto (se) me ocurre ahora, no alcanzo más. De esta prosa no queda rastro alguno en los breviarios que se imprimieron; de los cuales, aunque se hicieron varias ediciones, no he hallado sino la de esta ciudad del año 1533. typis Francisci Romani; he visto de ella dos ejemplares en esta biblioteca de Santo Domingo, uno en 8.°, y otro en 12.° Coinciden en gran parte con el referido breviario MS., como también un diurno de esta Iglesia que se guarda en su archivo, y es de los principios de la imprenta, aunque carece de las primeras y últimas hojas.
Aún a mediados del siglo XVI trabajó esta Iglesia en la reforma de su breviario, como se ve por el que dejaron MS. los eruditos valencianos Manfredo Escrivá, Gerónimo Carróz (Carroç), Luis Sabater, Tomás Real, Gerónimo Palomares, Sebastián Juan Pellicer y Miguel Sanz. Es digno de aprecio el celo y la prudencia con que estos sabios intentaron purificar los oficios eclesiásticos de ciertas nimiedades y pías representaciones antiguamente usadas, de las cuales no necesita la Iglesia para mostrar a sus hijos con todo decoro y majestad los misterios de nuestra santa Religión. No sé qué causas pudieron impedir la impresión de este códice, que se guarda en el mismo archivo, habiendo mediado tantos años desde 1544, en que le concluyeron, hasta la reforma de San Pío V. Los misales MS. de esta Iglesia son en mucho mayor número. Dos de ellos contienen únicamente las misas de las fiestas principales en que debía celebrar el Obispo. Los demás ofrecen variantes de alguna consideración, de que hablaré en los correos siguientes. En sus calendarios, que he copiado, anuncian la fiesta de S. Juan Chrisóstomo de este modo: San Joannis os auri, o aurei, Ep. et Mar. sin declinar jamás el dictado os auri, y dándole en todas las oraciones el dictado de mártir. Abundan en misas votivas y en secuencias, aunque en uno y en otro les exceden el impreso en Venecia, año 1492 fol., y mucho más el impreso allí mimo el 1509. Del primero hay dos ejemplares, uno de ellos en vitela, y nueve o diez del segundo. También se conserva otra edición de Zaragoza hecha por Coci año 1528. Otra reforma del misal emprendió esta Iglesia a mediados del siglo XVI, como se ve en el que dejaron en el archivo lleno de enmiendas, y con la añadidura de muchos prefacios propios, seis de los cuales son del Sr. D. Martín de Ayala.
Estos y otros misales prueban a mi juicio lo que algunas veces hemos hablado, que la mudanza de nuestra liturgia en el siglo XI se limitó al canon y al orden de las preces antes y después de él; mas no alteró la substancia de las oraciones que se conservaron en gran parte como en el mozárabe (pone muzárabe). Tales son las que prescriben estos códices a los Sacerdotes para vestir los ornamentos sagrados: la bendición del pan al tiempo de la oferta (ofrenda) del pueblo: la bendición in unitate Sancti Spiritus, benedicat vos Pater et Filius: la oración Aperi Domine, os meum antes del Te igitur; y otras muchas, que por lo que se halla en los códices anteriores, se ve que las conservó la tradición de los tiempos antiguos.
No sé si merecerá toda la atención que yo creo la figura de la casulla, con que en varias letras iniciales del misal de 1509, se dibujó vestido el Sacerdote en ademán de celebrar el incruento sacrificio. Es cerrada enteramente, y doblada sobre los brazos, en todo igual a la planeta antigua. Tal vez pudiera conjeturarse que este era el uso de esta Iglesia por aquel tiempo; pero yo más bien diré que los impresores venecianos quisieron expresar la costumbre de la suya. Como quiera, se echa de ver que en una o en otra parte duraba aún en el siglo XVI (6) la casulla talar redonda, sin otra cisura que la necesaria para la cabeza. Igual figura se observa en las no despreciables y bien conservadas miniaturas de un ceremonial de Obispos. Parece del siglo XIV, y no de esta Iglesia. Los Diáconos nunca se pintan sino con túnica talar blanca cerrada del todo, con mangas hasta la muñeca. Los Obispos con planeta, y la mitra mucho más abierta que ahora, y las dos cúspides más bajas, aunque no tanto como las que se ven en el sepulcro
del IV (4°) Obispo de esta Iglesia D. Jasperto de Botonach, que murió en 1288. La corona de Ministros más parece de los monjes de ahora que del clero secular. Se conservan también en esta Iglesia tres libros de evangelios impresos en Valencia en 1520 por Jorge Costilla, Cordobés. Otros tres de epístolas MSS. del siglo XV, y varios misales hasta el número de veinte y cinco a treinta. Hallé también un tomito en 4.° impreso en Valencia por Juan Jofre en 1529 intitulado: Forma calendarii, con tablas para un calendario perpetuo, y varias reglas para los cómputos &c. del uso de los Religiosos menores de San Francisco de la provincia de Aragón; y otro breviario en 4.° MS. en vitela del siglo XV para uso de la misma Orden.
Se me olvidaba dar noticia de un collectario, o como llaman capitula, MS. en 8.° del mismo tiempo, en el cual se hallan algunas antiguallas. Entre otras la Benedictio sagittarum (saetas, flechas), para preservar a los que las lleven consigo de heridas de todas clases, y la Oratio pro declaratione Regis Aragonum. Juzgo que fue del uso de algún convento de Religiosos de nuestra Señora de la Merced o de los Trinitarios por las oraciones y preces que hay en las primeras y últimas hojas pro fratribus redeuntibus à redemptione captivorum, y también in captivorum advenientium receptione.
Marcha el correo, y no puedo concluir hoy esta descripción. Algo queda para el siguiente. Dios te guarde. Valencia 20 de Noviembre de 1802.
NOTAS Y OBSERVACIONES.
(1) Westminster... famosa y antiquísima Abadía de Benedictinos. Este insigne monasterio no fue fundado en el primer siglo de la Iglesia por S. Pedro Apóstol, cuya invocación tiene, como aseguran algunos escritores ingleses de estos últimos siglos, sino en el VII por el monje Melito, que después fue Obispo de Londres, y adelante Arzobispo de Canterbury (pone Cantorbery), con el auxilio del Rey Sebertho, a ejemplo, y tal vez a instancia de S. Agustín el Apóstol de Hibernia, como juzga Mabillon. Tomó el nombre de Westminster de la situación occidental (west, oeste), donde se edificó, para que correspondiese a la Iglesia Catedral de S. Pablo, poco antes edificada al oriente de Londres por el Rey Ethelberto.
Deteriorada esta casa por la injuria del tiempo, hacia la mitad del siglo XI la restableció y reedificó magníficamente en diez y seis años el santo Rey Eduardo (Mabil. Annal. Bened. ad ann. 1049. t. IV. p. j510.) En su Iglesia fueron sepultados este santo Rey y su esposa Etgith, desde cuyo tiempo, en que Guillermo su sucesor le concedió también muchas posesiones, o acaso desde el reinado de Enrique III (pone Henrique, Henry), que la reedificó a principios del siglo XIII al estilo gótico, se destinó para sepultura de la Casa Real, con cuyo motivo hizo en ella Enrique VII un rico panteón para sí y sus sucesores. Del deplorable estado de este templo después de las turbaciones religiosas de aquel reino habla Ponz en su Viaje fuera de España (t. II. pág. 10 y sig.) De los célebres escritores que florecieron en este monasterio desde su fundación, y de otros señalados servicios que a sus monjes debió la religión antes de Enrique VIII, tratan S. Anselmo en sus cartas (lib. I. Ep. XIII. XVI. XXXVI.), Userio en las Antigüedades británicas (p. 128.), y Mabillon en los Anales Benedictinos (t. III. p. 546. y t. V. p. 434. 435.)
Caelum quoque plurima luce coruscat, et diversa sunt sidera
Sol mundi stema, noctium decus luna, caeteraque splendentia,
Mare, solum, alta, planaque, profunda flumina,
Aeris alta spatia quò discurrunt aves, venti, atque pluvia,
Haec simul cuncta tibi soli Deo Patri militant,
Nunc et in aevum sine fine per saecula laus eorum tua gloria.
Qui pro salute nostra prolem unicam
Patri in terra missisti sine culpa ob nostra delicta.
Te Trinitas, precamur, ut corpora et corda nostra
Regas et protegas, et dones peccatorum veniam.
(3) Cosa... rara respecto de un tiempo en que por lo común cesa toda señal de alegría. No es extraño que en los misales haya secuencias para cada Domingo de Adviento. Hállanse también ejemplares de esto en nuestros misales antiguos. Porque durante el Adviento y lo demás del año, a excepción de los ayunos y de la Quaresma (Cuaresma), por antigua tradición se cantaba en España el Alleluia (aleluya), como dice S. Isidoro (de Div. offic. lib. I. c. III), al fin de la cual solía alargarse sin palabras ni sílabas el canto con el aliento o respiración prolongada, o voz sostenida, que eso quiere decir pneuma, sonus quidam laetitia sine verbis, como dice S. Agustín (in Ps. XCIX, n. 4.), que son las notas multiplicadas sobre la última a de Alleluia, por cuya causa en algunas Iglesias la llamaban balido (V. de Vert. Expl. des cerem. de l' Eglis. p. I c. IV. t. III. p. 107.) para manifestar el gozo del alma cuando alaba a Dios, y para elevarla a la contemplación de su gloria. Dum vero, decía Ruperto, psallimus Alleluia, jubilamus magis, quàm canimus, unamque brevem digni sermonis syllabam in plures pneumas protrahimus, ut jucundo auditu mens attonita repleatur, et rapiatur illuc ubi sancti exultant in gloria (Rupert. de Offic. div. lib. I. cap. XXXV.).
Estas neumas o expresiones de júbilo, según advierte el orden romano, se llamaron secuencias, como si dijésemos, secuelas de la Alleluia: sequitur jubilatio, quam sequentiam vocant. A algunos les pareció mejor, dice Grancolas (les Ancien. liturg. pág. 507.), suprimidas las neumas, poner en vez del simple sonido algunos cánticos, especialmente en los días solemnes; lo cual dio ocasión a que se introdujesen en la liturgia en las grandes fiestas las prosas llamadas todavía secuencias porque se siguen al Alleluia. Costumbre que parece hallarse ya establecida en tiempo de Hugo de S. Víctor, que dice: Quando sequentia dicitur, posterius Alleluia non habet pneuma, sed chorus loco ejus sequentiam concinit. (de Myster. c. VII.)
Estas palabras ligadas de esta suerte a la neuma, quiero decir, a las notas con que se cantaba el remate de la Alleluia, presto fueron divididas en estrofas o versículos. Y como desde la introducción de esta novedad se distribuyeron las palabras por notas, de modo que a cada nota correspondiese una sílaba, quedó después silábico el cántico de las prosas. Mas adelante, experimentándose cuan difícil era guardar esta perpetua sujeción a las notas del Alleluia, se tomó de ahí motivo para introducir en las prosas otros cantos, bajo distintas notas de las que servían para cantar el final o la secuencia del Alleluia. Por eso ya en el día en nada conviene el canto de las prosas con el del Alleluia, y aun algunas de ellas rematan con Alleluia (V. de Vert. loc. laud, p. 109).
En esto se ve también la razón por que recién introducido este rito, no se decía secuencia sino en las misas cantadas que tienen Alleluia, cuyo apéndice, por decirlo así, era la secuencia. Y así notó Durando que no debía decirse prosa cuando no se dice Alleluia, porque la prosa se sustituyó a la neuma. Por eso debió decir Maldonado en su tratado MS. de las ceremonias de la misa (ap. Lebrun. Cerem. de la Mis. p. II. art. VI.):
"colligo curiositate privata aliquorum Sacerdotum fuisse additam prosam in missis, quae pro defunctis dicuntur: ut dicant Dies illa, dies irae. Quod fit extra rationem, et antiquos missales libros qui tantum habent sequentiam in diebus laetis.” Y así el misal dominicano hecho en Salamanca el año 1576 prohibió que se cante la prosa de la misa de los difuntos por ser contra rúbrica. Adelante no haciendo alto en la institución de las prosas, ni a que en su origen fueron como una continuación de la Alleluia; mas considerándolas como himnos o deprecaciones propias de la solemnidad y del oficio, y teniéndose por solemne la misa cantada de difuntos, se permitió que se cante en ella la secuencia; y así algunos misales no la mandaban decir en las misas rezadas. Ahora se dice indistintamente en todas las misas de difuntos.
(4) También tiene prosas para todas las fiestas de los Santos. Pondremos de estas prosas una u otra muestra.
Hodie martyr insignis hostiam Deo placentem obtulit;
Hodie tormentum ignis graviter examinatus pertulit.
Animatus ad certamen monitu B. senis
Gravissimis non refugit exhibere membra poenis.
Ante ducem accersitur, et de rebus convenitur communis Ecclesiae.
Sed non caedit blandimentis, emolitur aut tormentis ejus avaritia.
Illuditur Diaconus, dum sustinet martyr sanus poenarum angustias.
Dat minister charitatis, hostibus exuperatis, gratiarum copias.
Furit igitur Praefectus, et paratus ardens lectus,
insultantis viscera crates urit aspera.
Sudat martyr in agone, spe mercedis et coronae, quae datur fidelibus pro Christo certantibus.
De cujus victoria caeli gaudet curia.
Quia vicit hodie ministros nequitiae.
Ut hunc ergo per patronum consequamur vitae donum
In illius die festo chorus noster laetus esto.
(5) Pone prosas en las misas comunes. Notgero, o Notkero Balbulo, Abad de S. Gal, en el siglo IX, es el primero que compuso esta clase de prosas con aprobación de Nicolao I. Algunas de estas composiciones métricas y rítmicas de Notkero dio a luz Enrique Canisio en sus antiguas lecciones. Pero ninguna de estas obras aparece en los misales antiguos, así de Roma, como de otras Diócesis. Juan Francisco de Rubeis (dissert. de Sacr. Forojul. ritib. cap. V. §. IV.) impugna sólidamente la narración de algunas circunstancias que añadió a este hecho Ekkcardo en la vida de Notkero (cap. XVI.), publicada por Goldasto (Rer. Alamannicar. t. I.) A lo primero no las tenían sino las misas de las grandes solemnidades, luego se fueron multiplicando de suerte que las había propias en todas las misas. Adam de San Víctor compuso muchas en el siglo XII, las cuales equivocadamente atribuyó Cornelio Schultingio (Biblioth. eccl. t. I. p. II. cap. VI. et VII.) a los Papas Gelasio y Gregorio, como advierte el Cardenal Bona (de Reb. liturg. lib. II, c. VI.)
Este mismo rito de poner secuencias en todas las fiestas de los Santos se nota en el misal de Aquileya, publicado el año 1517, y en otros MS., así de aquella Iglesia, como de la Forojuliense y Salisburgense (Salisbury), que vio Juan Francisco de Rubeis (V. diss. laud., V. et XIV.)
Llamóse prosa en contraposición del himno, que es composición métrica, sujeta a cantidad (quantidad) y determinado número de pies: porque la prosa sólo está sujeta a la rima, y a un determinado número de sílabas, y aun hay prosas que no tienen rima ni medida de sílabas, como se ve en alguna de estas muestras del misal de Westminster.
(6) La casulla talar redonda &c. No hallo repugnancia en afirmar esto de Valencia, puesto que en Roma en ese mismo tiempo estaban en uso las casullas de esta figura, como consta por algunas pinturas de Obispos, e imágenes sepulcrales de Sacerdotes (V. Krazer de Liturgiis, sect. III. art. VI. cap. V. n. 179). Tampoco es inverosímil que sucediese lo mismo en Venecia, donde además de la proximidad a la cabeza del orbe cristiano, acaso imitaron a los griegos, que aún hoy día conservan las casullas cerradas.
La que usó Calixto III en la canonización de S. Vicente, y se guarda en esta Iglesia de Valencia, está cerrada hasta más abajo de los codos, rematando en punta las dos alas.
Catálogo de los Prelados de Valencia desde su conquista.
Mi querido hermano: Para conocer cumplidamente los ritos y prácticas de cada una de las Diócesis, conviene tener a la vista un catálogo (pone catálago) exacto de los Obispos que las han gobernado. Con este objeto, mientras se van formando los extractos y copias de los códices litúrgicos de esta Iglesia, he ido recogiendo la noticia de sus Obispos desde la conquista de Valencia por D. Jayme I de Aragón. He comenzado desde esta época, porque de los anteriores a la invasión de los bárbaros dio larga noticia el M. Flórez (España Sagrada t. VIII). Digo de los ciertos; porque de los falsos y dudosos que a esta y a otras Iglesias regalaron los fingidos cronicones, no hay quien haga caso. Trata también el mismo Flórez en el t. XIV, hablando de Salamanca y Zamora (1), del Obispo de esta Iglesia D. Gerónimo, que eligió el Cid cuando conquistó esta ciudad a fines del siglo XI. Por tanto comenzaré del año 1238, sin proponerme referir todo lo que hicieron en su gobierno estos Obispos, sino sólo lo que tiene relación con la liturgia, indicando de paso la patria de cada uno.
Para formar esta serie cronológica he tenido presentes las Observaciones a las Antigüedades de Valencia, que dejó MSS. el P. Fr. Joseph Texidor, Dominico: el catálogo que publicó el Arcediano Ballester al fin de las Memorias del Santo Cristo de S. Salvador: el que dejó MS. en lemosín el Archivero de esta Iglesia Gregorio Ivanyes a fines del siglo XVI; y el que compuso en castellano Mosen Joseph Paloma (Senach) en 1763, también MS. Gobernaron pues dicha Iglesia en su estado moderno los Prelados siguientes.
I. (2) Ferrer de Sant Martí, Catalán, Pabordre de Tarragona, elegido en 1239, y muerto a principios de 1243.
II. D. Arnaldo de Peralta, Aragonés, gobernó esta Iglesia hasta el año 1248, en que fue promovido a la de Zaragoza.
III. D. Fr. Andrés de Albalat, Dominico, desde 4 de Diciembre de 1248 hasta 1276. Celebró Sínodos en 1255, 58, 61, 62, 68, 69 Y 73, los cuales trae Aguirre tom. 3, aunque se engañó en atribuirlos al antecesor D. Arnaldo, como diré en la carta siguiente.
IV. D. Jasperto de Botonach, natural de Gerona, electo por el Papa Juan XXI en 1276: murió en 1288. En su testamento dejó, entre otras cosas, cuatrocientos sueldos anuales, para que en la Catedral ardiesen ante el altar mayor dos velas día y noche. El sepulcro de este Prelado se halla en la capilla, que hoy es de S. Vicente Ferrer. He copiado la inscripción sobre mármol (3) de versos leoninos, que dice así:
Presul. Jaspertus. jacet. hic. ju-
rista, disertus.
Lector. sis. certus. vixit. sine.
labe. repertus.
Annis. millenis. octo. simul. oc-
tuagenis.
Inde. ducentenis. temporibus. de.
ordine. plenis.
Aprilis. nonas. terno. numerum.
sibi. ponas.
Sancti. Felicis. Abbas. laudandus.
amicis
Sic. eras. unde. fuit. in. de. Sacrista.
Gerunde.
Inde. Valentine. sedis. Pastor. medicine.
Utrosa (a) virtutis. gregibus. dans. dona.
salutis.
Pulxer. formosus. largus. letus. generosus.
Querere. de. genere. sivis. descendit. aquo.
De. Castro. genitrice. novo. patre. de.
Botonaco.
Presbyteros. que. duos. altare. quod.
edificavit.
Magdalena. tuos. statuit. quam.
semper. amavit.
Candelam. statuit. divine. Matris.
honori.
Totum. se. tribuit. Domini. subjec-
tus. amori.
Requiescat. in. pace. Amen.
Dic. Pater. noster. pro. anima. sua.
V. D. Fr. Raymundo Despont, natural de Fraga, electo por el Cabildo en 1.° de Mayo de 1288. Celebró Sínodo en 19 de Septiembre de 1296, al cual añadió un tratado de Sacramentis. Murió en 1312.
(a) Quiso decir Utilosa, y así lo han copiado algunos eruditos: pero no dice sino Utrosa.
VI. D. Raymundo Gastón, Catalán, natural de Millán del Vizcondado de Ager, electo por el Cabildo en 16 de Noviembre del mismo año. Celebró Sínodo en 1326. Instituyó la Cátedra de Teología en 1345. Murió en 1348. Este es el Obispo a quien el Papa Juan XXII dirigió la carta que publica Aguirre en el tom. 3. Concil. Hispan. pág. 554.
VII. D. Hugo de Fenollet, Catalán, Obispo de Vique (Vich, Vic), electo por el Cabildo ese mismo año a 29 de Julio, y trasladado a esta Iglesia por Bula de Clemente VI de 29 de Octubre del mismo. Celebró Sínodo en 1350, y murió seis años después.
VIII. D. Vidal de Blanes, natural de Gerona, electo por el Cabildo en 23 de Junio de 1356, y confirmado por Inocencio VI. Celebró Sínodo en 1368, y murió en el siguiente.
IX. D. Jayme de Aragón, natural de Valencia, tercer nieto del Rey D. Jayme el Conquistador, Cardenal de Santa Sabina, fue elegido por el Papa Urbano V en 13 de Junio de 1369. Murió en 1396, habiendo pasado en Roma gran parte de su pontificado.
X. D. Hugo de Lupia y Bagés, Catalán, después de dos años y medio de vacante, fue electo por Benedicto XIII (Luna) en 28 de Noviembre de 1398. Murió en Valencia en 1427. Formó con su Cabildo en el año 1408 varias constituciones sobre los oficios divinos.
XI. D. Alonso de Borja, natural de la Torre de Canals, bautizado en la Iglesia Colegial de Xátiva, hoy S. Felipe, electo en 20 de Agosto de 1429 por el Legado de Martino V. Conservó el gobierno de esta Iglesia hasta el año en que murió, siendo ya Papa Calixto III. En 1457 concedió a esta Iglesia un jubileo en el día de la Asunción de nuestra Señora, imponiendo para la fábrica la contribución de diez sueldos. De otro jubileo concedido a la misma Iglesia, por Paulo II a 8 de Septiembre de 1469 hace mención el citado Diario, en el cual se impuso la contribución de diez reales, esto es, añade, diez sueldos para la fábrica, y cinco para la Cruzada contra el Turco.
Arzobispos.
XII. D. Rodrigo de Borja, natural de Xátiva, electo por su tío Calixto III en 30 de Junio de 1458. Fue su primer Arzobispo, elevada esta Iglesia a Metropolitana por Inocencio VIII, año 1492 día 9 de Julio.
XIII. Electo Sumo Pontífice D. Rodrigo de Borja con el nombre de Alexandro VI, dio el Arzobispado de Valencia a D. César de Borja en 31 de Agosto de 1492.
XIV. Por renuncia del anterior nombró Alexandro VI para este Arzobispado a Juan de Borja, natural de Valencia, en 9 de Agosto de 1499.
XV. Muerto este en 1500 a 22 de Junio, fue electo Arzobispo por el dicho Papa Pedro Luis de Borja, natural de Valencia, en 29 de Julio del mismo año. Murió en 1511.
XVI. D. Alonso de Aragón, hijo de Don Fernando el de Aragón llamado el Católico (Fernando II de Aragón) fue trasladado a esta Iglesia de la de Zaragoza por Julio II el mismo año. Murió en 1520. La tuvo sólo en administración.
XVII. D. Erardo de la Marca, Alemán, fue nombrado Administrador de esta Iglesia por León X, el cual casó la elección que el Cabildo hizo en otro, por contarse la vacante desde el Cardenal D. Pedro Luis de Borja, que la tuvo en propiedad. Marca murió en Lieja en 1538.
XVIII. D. Jorge de Austria, natural de Gante en Flandes, electo por Paulo III a petición de Carlos V a 27 de Mayo de 1538. Había ciento y once años que esta Iglesia no había visto la cara de su Pastor; a saber, desde 1.° de Abril de 1427, en que murió D. Hugo de Lupia, a excepción del poco tiempo que estuvo en Valencia D. Alonso de Borja. Entró en ella D. Jorge en 12 de Enero de 1539, y perseveró poco más de cuatro años, hasta que pasó a Flandes, y hecho Obispo de Lieja, renunció la mitra de Valencia en 1544.
XIX. Santo Tomás de Villanueva, natural de Fuenllana, electo por Paulo III a petición de Carlos V en Octubre de 1544. Murió en 1555.
XX. D. Francisco de Navarra, natural de Tafalla en Navarra, trasladado de la Iglesia de Badajoz por Paulo IV, y provisión de Felipe II en 1556. Murió en el lugar de Torrente a 14 de Abril de 1563.
XXI. D. Acisclo de Moya y Contreras, natural de Pedrochas, territorio de Córdoba, confirmado por Pío IV en 26 de Febrero de 1564. Hallábase en el Concilio Tridentino como Obispo de Vique; y viniendo a esta su Iglesia, murió en Montserrat el día 3 de Mayo del mismo año 1564.
XXII. D. Martín de Ayala, natural de Hieste, Diócesis de Cartagena, trasladado de Segovia el dicho año en 6 de Septiembre. Murió a 5 de Agosto de 1566 (a). Celebró Concilio Provincial, que se concluyó el día de San Matías de dicho año; y por el mes de Mayo del mismo celebró Sínodo diocesano.
(a) La muerte de este Prelado acaeció en Valencia, no en Onteniente, (Ontinyent) como dijo Ponz en su viaje tom. IV. p. 35. De aquella villa salió ya enfermo a 28 de Julio de 1566, y en Xátiva predicó Dominica infraoctava de Santiago. De allí pasó al monasterio de la Murta, que está en desierto a una legua de Alcira, donde se recreó tres días con los monjes Gerónimos que habitan aquella santa casa. Mas no hallando alivio a su mal, vino a Valencia, y quedándose en la casa del Duque de Segorbe, en el arrabal de Murviedro, y habiendo dispuesto ante Esteban Corbi en 3 de Agosto un segundo codicilo al testamento y codicilo que había otorgado en Onteniente, murió sábado día 5 del mismo mes y año.
XXIII. D. Fernando de Loazes, natural de Orihuela, Patriarca de Antioquía, confirmado por S. Pío V en 1567. Murió en 28 de Febrero de 1568.
XXIV. B, Juan de Ribera, natural de Sevilla, Patriarca de Antioquía, trasladado de la Silla de Badajoz, y confirmado por S. Pío V en 3 de Noviembre de 1568. Murió a 6 de Enero de 1611.
XXV. D. Pedro de Castro y Nero, natural de Ampudia, en Castilla la Vieja, muerto en Segovia, donde era Obispo, antes que le llegasen las Bulas de este Arzobispado en 28 de Octubre de 1611.
XXVI. D. Fr. Isidoro de Aliaga, natural de Zaragoza, trasladado de la de Tortosa en 1612. Murió a 2 de Enero de 1648 (a). (a) No cuento entre los Obispos de esta Silla a Don Domingo Pimentel. Porque aunque fue promovido a ella como consta por una escritura de 6 de Junio de 1648, en que el Cabildo eligió al Canónigo D. Carlos Ginet para besar la mano a dicho Pimentel; mas no llegó a tener efecto esta provisión.
XXVII. D. Pedro de Urbina, natural de Berantevilla, provincia de Álava, trasladado del Obispado de Coria en 1649, y Promovido luego a la Iglesia de Sevilla en 1658. En 9 de Abril de 1652 puso la primera piedra de la hermosa capilla de nuestra Señora de los Desamparados.
XXVIII. D. Martín López de Hontiveros, natural de Salamanca, trasladado de la de Calahorra. Gobernó esta Iglesia desde 1658 hasta 1666, en que murió a 5 de Septiembre.
XXIX. D. Ambrosio Ignacio Spínola de Guzmán, trasladado del Obispado de Oviedo, confirmado en 7 de Marzo de 1667, y promovido al de Santiago antes de venir a Valencia.
XXX. D. Luis Alfonso de los Cameros, Arzobispo de Monreal, trasladado a esta Iglesia por Clemente X en 1668. La gobernó hasta el 1676, en que murió.
XXXI. D. Fr. Juan Tomás de Rocaberti (o Rocabertí), natural de Peralada en Cataluña, confirmado por Inocencio XI en 1676. Murió en Madrid a 13 de Junio de 1699. En tiempo de este Prelado, es a saber, en 1697, concedió el Papa Inocencio XII a esta ciudad de Valencia (4) la indulgencia del Laus perennis o cuarenta horas. Es la primera ciudad de España donde se estableció este culto continuo al augusto Sacramento de la Eucaristía, a imitación del que ya se hallaba establecido en Roma desde 1592 por Clemente VIII.
XXXII. D. Antonio Folch de Cardona, natural de Valencia, confirmado por Inocencio XII en 1699. Murió en Viena a 1.° de Julio de 1724.
XXXIII. D. Andrés de Orbe y Larreategui, natural de Hermoa (Ermua) en Vizcaya, trasladado de Barcelona en 1725. Renunció esta dignidad en 1736.
XXXIV. D. Andrés Mayoral, natural de Moracillos junto a Zamora, confirmado por Clemente XII en el año 1738. Murió en 6 de Octubre de 1769. Prelado liberalísimo, cuya memoria dispiertan (despiertan) continuamente los innumerables establecimientos píos que levantó desde los cimientos. Entre otras obras suyas merece particular mención la Biblioteca Arzobispal, tan rica de libros exquisitos, como vistosa por la claridad y hermosura del claustro alto del palacio, donde fue colocada.
XXXV. D. Tomás Azpuru tomó posesión en 13 de Mayo de 1770. Murió en Roma dos años después día 7 de Julio sin haber podido ver a su Iglesia.
XXXVI. D. Francisco Fabián y Fuero, natural de Terzaga, Diócesis de Sigüenza, trasladado de la Puebla de los Ángeles. Tomó posesión a 14 de Noviembre de 1773. Gobernó esta Iglesia hasta el 1794, en que renunció el Arzobispado.
XXXVII. D. Antonio Despuig y Dameto, Mallorquín, trasladado a esta Silla de la de Orihuela en 1795. Tomó posesión en 30 de Julio, y poco después fue trasladado a la de Sevilla.
XXXVIII. D. Juan Francisco Ximénez del Río, natural de Oncala, Diócesis de Calahorra, trasladado a esta Iglesia de la de Segovia. Tomó posesión en 28 de Febrero de 1796. Murió a 1.° de Abril de 1800.
XXXIX. D. Fr. Joaquín Company, natural de Penáguila, reino de Valencia, actual Arzobispo de esta Iglesia (el libro se publicó en 1803), trasladado de la de Zaragoza. Tomó posesión a 6 de Noviembre de 1800.
Esta es la noticia sucinta que me propuse dar de los Prelados de esta Iglesia. Algo más extensa será la que preparo para otro correo sobre los Sínodos que aquí se han celebrado: materia mucho más digna de nuestra atención, como que abraza, no hechos particulares de personas ilustres, sino la doctrina eclesiástica y las costumbres religiosas de nuestros mayores. No por esto ofrezco analizarlos todos; harto haré con proporcionarte copias de los que he podido haber a las manos, y llorar contigo la suerte de los que se conservan enterrados en el olvido. A Dios. Valencia 1.° de Noviembre de 1802.
NOTAS Y OBSERVACIONES.
(1) Del Obispo de esta Iglesia D. Gerónimo. Este D. Gerónimo gobernó la Iglesia de Valencia desde su conquista por Rodrigo Díaz el Campeador, hasta que volvieron a perderla los cristianos. Fue este Prelado uno de aquellos doctos y virtuosos varones que trajo de Francia a España por los años 1096 el Arzobispo de Toledo D. Bernardo a su vuelta de la Cruzada que había publicado Urbano II. Era D. Gerónimo de Petrocorio (Perigord), región de la Galia Aquitánica (de Aquitania).
Si es cierto que algunos monumentos llaman a este Prelado Hieronymo Vique, pudo ser equivocación nacida de la mala inteligencia que dio alguno a la crónica del Cid antes de D. Gil González Dávila, el cual alega así sus palabras: el Obispo D. Hieronymo Visquio de buena vida é honesta &c., cuyo engaño y el de los que le han seguido en este punto, demostró el M. Risco,
aprovechándose de las observaciones de Berganza, y haciendo ver la genuina lección de la dicha crónica, que es esta: el Obispo D. Hieronymo visquio (vivió) buena vida e honesta.
Fue consagrado D. Gerónimo Obispo de Valencia por el Papa Urbano II hacia los años 1098. Tal vez hay exageración en lo que se escribe, así en la crónica general, como en la particular del Cid, que D. Gerónimo era uno de los Capitanes nombrados por él para las batallas, y que llevaba consigo una imagen de Cristo, que se venera hoy día en Salamanca con el título del Cristo de las batallas, y cuya historia publicó Gil González Dávila. (Risco, Historia del Cid, c. XVIII.) Permaneció en Valencia D. Gerónimo desde el año
1098 hasta el de 1102, en que el Rey de Castilla Don Alonso VI, cediendo a sus ruegos, fue con su gente a socorrer a los fieles de aquella ciudad, de donde salieron ambos para Toledo en Mayo del mismo año, como consta, no sólo de los anales toledanos y del cronicón de Cardeña, sino también de las memorias del mahometano español Alkhatib, que extractó Casiri en su Biblioteca (Bibl. arab. hisp. t. II. pág. 94). Flórez (Esp. sagr. t. XIV. trat. LIV. c. III. n. 36. siguiente.), a quien siguen los ilustradores de Mariana (Not. al lib. X. cap. IV.), creyó que D. Gerónimo fue nombrado entonces Obispo de Zamora, y le distingue de otro del mismo nombre que lo era por entonces de Salamanca, fundado, entre otras conjeturas, en el testimonio del Arzobispo D. Rodrigo, que dice haberle elegido el Arzobispo D. Bernardo, para que ejerciese las funciones episcopales en Zamora. Pero el M. Risco convence que luego que llegó Don Gerónimo a Toledo, fue nombrado Obispo de Salamanca y de Zamora, cuyas Iglesias gobernó, no hasta el año 1126, en que fija Berganza su muerte, sino hasta 1120, constando por la historia compostelana, que en 1121 estaba ya Giraldo electo Obispo de Salamanca.
Diéronle sepultura en la Catedral en un arco sobre el cual fue colocado el Santo Cristo de las batallas. Allí permaneció quinientos años hasta, el de 1607, en que tratándose de trasladar aquella santa imagen a otra capilla más suntuosa, se abrió el sepulcro de este venerable Prelado, dentro del cual en un cerco de oro se leía: Hieronymus Episcopus servus Christi fidelis: a todo lo cual se halló presente Gil González Dávila. Por esta relación de un testigo tan calificado debe corregirse la de Bleda (Milagros de la Cruz mil. 382) que dice haberse descubierto y hallado entero su cuerpo el año 1595; y la de Escolano, que supone haberse hallado sobre el mismo un letrero, en que se llamaba D. Hieronymo de Vique.
(2) Ferrer de Sant Martí. Antes de ser elegido Ferrer de Sant Martí, luego que el Rey D. Jayme hubo reedificado la Iglesia mayor, tratando de restablecer en esta Diócesis el culto divino, y ordenar todo lo perteneciente al gobierno eclesiástico, de voto y consejo de los Prelados que se hallaban en la ciudad fue propuesto para primer Obispo de ella el año 1238 Fr. Berenguer de Castel-Bisbal (Castellbisbal, bisbe : obispo), Frayle Dominico, compañero del V. Fr. Miguel de Fabra en la conquista de Mallorca. No tuvo efecto esta elección por la competencia que ocurrió entre los Arzobispos de Toledo y Tarragona, sobre cual de los dos había de ser Metropolitano de Valencia. Y como este punto no le decidió Gregorio IX hasta Octubre del año de 1239, como consta de la Bula áurea que se conserva en el archivo de Valencia, habiendo vacado en este intermedio la Silla de Gerona, eligió su Cabildo para Obispo al dicho Berenguer, por cuya causa no llegó a serlo de Valencia, ni a tener lugar en el catálogo de sus Prelados.
El haber sido este Fr. Berenguer Religioso Dominico y primer Obispo electo de Valencia, dio ocasión a que creyese Beuter que Ferrer de Sant Martí fue de la Orden de Predicadores, confundiéndole con Castel-Bisbal. (V. Zurita lib. III. cap. XXXIV y Mariana lib. XII cap. XIX.)
(3) De versos leoninos. Este uso de los versos leoninos y otras composiciones rimadas en inscripciones, prosas, cánticos y otros monumentos de la antigüedad eclesiástica, juzgó Huet (Huetian. §. LXXVIII.) haberle introducido en España los africanos y los árabes. A mi parecer, no hay necesidad de recurrir a estos conductos cuando ya nuestro español Séneca descubrió afición a estas consonancias, mal imitadas de Nerón, su discípulo, en sus versos rimados que satirizó Persio, y usadas después cuando ya decaía el imperio por Sidonio Apolinar, Simaco, Casiodoro y otros autores eclesiásticos. Por estos medios pudo introducirse la rima en España, así como pasó a África, donde vino a hacerse casi general, tanto que se vio como estrechado a adoptarla S. Agustín en los cánticos que van al principio de sus tratados contra los donatistas, cuyos versos sin ceñirse a la cantidad de las sílabas, guardan cierta consonancia, aunque con poca exactitud. Los árabes aficionados ya a la rima, como lo demuestran en el Corán las finales de ciertos períodos, y otras composiciones métricas de ellos que se conservan en España; hallando al África dominada de este gusto, pudieron muy bien propagarle después en Europa, mayormente si es cierto lo que dice Huet, que en esta parte del globo no se hallan obras rimadas antes del año 712, en que vino Tarico (Tarik) a España. (Huet. origine des Romans. p. 19.)
(¿Y si encontráramos textos rimados en griego o fenicio? El padre nuestro en arameo, según se reza hoy a me ha enseñado a pronunciarlo un colega del trabajo, empieza: Abun de baschmayo, nejtada sishmój, tithe maljuzój, nejua sebionój, con 3 ój)
La Iglesia, conformándose cuanto cabe con el gusto y el genio del pueblo, no se desdeñó de admitir desde luego este género de adorno en sus cantos y en otros monumentos piadosos. Esta práctica dio ocasión a que el poeta León, Canónigo de S. Víctor, que floreció en tiempo de los Reyes de Francia Ludovico VII y Filipo Augusto (AEgid. Parísiens. Karolin. lib. V.) inventase los versos que de su nombre se llamaron leoninos; de los cuales publicó varías muestras Esteban Pascasio (Disquis. Francicar. lib. VII cap. II.), que desvanecen la equivocación con que procedió Escalígero en este punto (Scalig. Poet. lib., II cap. XXIX.)
(4) La indulgencia del Laus perennis o cuarenta horas. En orden a la exposición del Santísimo Sacramento, fuera de la festividad del Corpus y su octava, ha habido entre los Doctores católicos gran variedad de pareceres, nacidos todos de sana intención y de buen espíritu. Unos creyeron que no convenía poner de manifiesto el Santísimo Sacramento; fundados lo 1.° en que la Iglesia en sus días floridos ocultaba la Eucaristía a los infieles y aun a los catecúmenos, como consta de S. Cirilo Hierosolimitano, de S. Agustín y otros Padres, y en que aun a los penitentes no se les dio algún tiempo licencia para mirar la sagrada hostia, como se ve en algunas liturgias, y por lo tocante a España se colige de las palabras de nuestro S. Isidoro: non enim omnes videns alta mysteriorum quae operiuntur à Levitis ne videant qui videre non debent. (Offic. lib. II, capítulo VIII.)
Lo 2.° en que la Iglesia, a pesar de la franqueza con que en sus primeros días permitió a los fieles que tocasen la santa Eucaristía, y la llevasen a sus casas, y que con la sangre del Señor, luego que la recibían, se ungiesen la frente y los ojos, como lo atestigua S. Cirilo (Catech. mystag. V.), viendo el abuso que de esta práctica hacían con sus encantos y supersticiones los priscilianistas y otros herejes, la cortó enteramente hasta el extremo de no manifestar el Santísimo Sacramento durante el mismo sacrificio, con especialidad en el Occidente, donde dice S. Gregorio de Tours (lib. VII. capítulo XXII.), que acabada la consagración se ocultaba la hostia debajo del corporal; de cuya práctica observada en parte aún en el siglo XII hace memoria un célebre escritor de aquel tiempo, diciendo: statim post.... elevationem demitti sacramentum à Sacerdote solitum, et operiri sindone. (Guibert. de Pignor. Sanct. c. II.)
Lo 3.° en que el Concilio de Colonia de 1452, presidido por el Cardenal de Cusa, Legado de Nicolao V, prohibió esta manifestación del Santísimo Sacramento en custodias fuera de la octava del Corpus, a no ser ex singulari indulto ordinarii, aut aliàs pro pace, aut alia necessitate imminente. Porque consta haber recaído este decreto sobre la costumbre de exponer la Eucaristía todos los jueves del año, y haberse tenido en consideración, como advierte Alberto Krantzio (Cronol. lib. IV.), que este divino Sacramento no le instituyó el Salvador para que estuviese a la vista del pueblo, sino para que le sirviese de manjar espiritual. Otros más prudentes, absteniéndose de establecer sobre esto regla general, no tienen por justo defraudar la devoción y el fervor del pueblo, que desea ver patente el Santísimo Sacramento para dispertar en su ánimo la verdadera y espiritual adoración que él desea (V. Grancol. l' ancien. Sacram. de l' Eglis. pág. 220.). Y de este bien ni aun a los pecadores excluye Alexandro de Hales (part. IV. q. 52. n. 6.), cuyas son aquellas graves palabras: ex ista inspectione Sacramenti accidit commodum inspicienti, etiam peccatori; tum ex ponderatione charitatis Salvatoris, tum ex subventione beneficii reparationis, tum ex recordatiom passionis Redemptoris.
Con esta consideración ya en el siglo XVI comenzaron los Prelados de algunas Diócesis a conceder esta indulgencia de las cuarenta horas en ciertas capitales piadosas, donde no podía temerse abuso de esta solemnidad, y bajo ciertas reglas prudentes, cuya muestra puede verse en el cuarto Concilio de Milán, y con más extensión en la piadosa instrucción del Cardenal Marefoschi de 1730, publicada por mandato de Clemente XII.
Este culto del Santísimo Sacramento le instituyó primero en Milán el Padre Joseph de Milán, Religioso Capuchino, el año 1556, en memoria del tiempo que estuvo el cuerpo del Señor en el sepulcro, como lo dice Pedro de S. Romualdo en su Tesoro cronológico (tit. I.).
Cuatro años después con aprobación de Pío IV instituyó en Roma otras cuarenta horas mensuales la Cofradía llamada de la muerte, en memoria de los cuarenta días que ayunó el Salvador en el desierto, y para imitar en algún modo la continua oración de los Apóstoles y demás fieles de la primitiva Iglesia. A esto se siguió la Bula Graves, et diuturnae de Clemente VIII, expedida en 25 de Noviembre de 1592, en que con motivo de las revueltas de Francia y de los atentados de los herejes y de los turcos, estableció una exposición del Santísimo Sacramento día y noche, ad placandum Deum, dice, ut, avertatur ira ejus à populo suo, et ad ejus opem his difficillimis temporibus impetrandam. Esta gracia fue continuada por Paulo V en 1606. (Laert. Cherub. in laud. Bull. Clem. VIII.)
En Septiembre de 1601 se celebraron en la Catedral de París por el feliz parto de la reina, preces quadraginta horarum incipientes ab hora quarta matutina dictae diei dominicae, et finientes crastina die, horam octavam vespertinam. Otras semejantes acordó aquel Cabildo en Octubre de 1621 por la conservación del Rey y otras necesidades del reino. Iguales ejemplos dio aquella Iglesia con motivo de varias necesidades públicas en los años siguientes, como consta de sus registros publicados por Thiers (de l' exp. du S. Sacr. l. III. c. IX.). Algunos creen que en estas cuarenta horas no se exponía aún el Santísimo Sacramento (Thiers ib. lib. IV. c. VI. p. 644. sig.). Pudo ser esto cierto en los principios, y aun puede creerse que se practicó así en las cuarenta horas celebradas en Milán por S. Carlos Borromeo el año de la peste delante de la insigne reliquia del clavo de Cristo que allí se venera (Muñoz Vida de San Carlos lib. IV. c. XII.). Más adelante, así en esta ciudad, como en otras de Occidente, se permitía que se pusiese patente la sagrada Eucaristía entre cristales, en ostensorios o custodias semejantes a las de ahora. Aun en Francia hizo ley de esta permisión el Concilio Provincial de Aviñón de 1594 (c. 45.), diciendo: quadraginta horarum oratio fiat in conspectu SS. Sacramenti, quod è tabernaculo expositum, in majori, aliove altari, si ita expedierit, palam collocetur. De esta práctica, como cosa común y recibida, se hace ya memoria en el decreto para las cuarenta horas de aquella Iglesia, que se celebraron en Julio de 1641, pro felici belli eventu, donde se lee: ut omnia cum solemnitate et devotione majori fiant, matutinae diurnae cum expositione augustissimi Sacramenti de more cantabuntur. Y en otras dos del año 1649: continuabuntur adhuc preces cum expositione augustissimi Sacramenti corporis Christi, ad diem dominicam proximam inclusivè finiendae. = Exponetur sacrosanctum corporis Christi Sacramentum, quod singulis diebus cum cantico seu hymno musico et precibus …. reponetur (ap. Thiers ib. lib. III. c. IX.). De esta práctica general ya en toda la Iglesia dan testimonio los varios decretos expedidos sobre esto por la sagrada Congregación de Ritos, algunos de los cuales publicó Merati en sus adiciones al Tesoro de los sagrados ritos (t. I, pág. mihi 310.)
De propósito omitimos la controversia sobre el origen de las cuarenta horas de la Quinquagésima, establecidas en Francia a principios del siglo XVII, como quieren algunos, o tal vez en Italia por los Regulares de la Compañía de Jesús (Nicol. Orland. Annal. lib. XVI. pág. 540.), que es lo más verosímil; retroceder para esto con otros al siglo XIII, en que florecía Santa Gertrudis, carece de apoyo. De esto se ofrecerá ocasión de hablar en otra parte, con motivo de la indulgencia plenaria anexa a estas gracias, y de las justas causas que para su concesión ha tenido la Silla Apostólica.
Templo del Santo Sepulcro: si le hubo en Valencia antes de su conquista. Restauración de la silla Episcopal en esta ciudad. Esplendor de su Iglesia en el nuevo estado. Fundación de la Catedral y y su advocación. Circunstancias señaladas de este edificio. Decoro del culto: vestiduras corales de sus Prebendados y demás ministros, así de ella como de las parroquias. Capilla del Colegio de Corpus Christi.
Mi querido hermano: Me acuerdo que en tus cartas pasadas me prometías una gran cosecha literaria en esta ciudad de Valencia. Efectivamente me ha asombrado la multitud de códices litúrgicos que se hallan depositados en la Biblioteca de esta Catedral, y me llena de reconocimiento la generosidad con que el Ilustrísimo Cabildo de esta Iglesia me ha permitido a ciertas horas el uso libre de esta pieza y de todas las preciosidades que encierra. Así que, en lo tocante a los oficios eclesiásticos poco nos quedará que desear. Mas no he sido igualmente feliz en los demás puntos de la literatura eclesiástica; algunos de los cuales quedarían mucho mas ilustrados, si hubiera conseguido ver los documentos originales. Como quiera, diré hoy algo del estado moderno de esta Iglesia.
Ya sabes que la larga dominación de los moros en esta ciudad destruyó casi del todo la religión cristiana y su culto exterior. A excepción de los pocos años que la poseyó el Cid, en los otros siglos anduvo desterrada de ella y su comarca la adoración del verdadero Dios. La opinión de la supuesta Iglesia de los morabatins o mozárabes (morabatinos también fue una moneda), que creen algunos haber existido en esta ciudad desde los primeros siglos con el nombre del Santo Sepulcro, merecía otros apoyos que los que alegan sus defensores (a : Escol. lib. IV cap. XXIII n. 2 y lib. V. cap. V núm 4. Sales, Memorías de la Iglesia del Santo Sepulcro de Valencia.).
Verdaderamente causa admiración la repentina mudanza de su título en el actual de S. Bartolomé, de todo punto inverosímil en tiempos pacíficos, cuando era ya dominante en esta ciudad la religión cristiana, y mucho más después que los monjes Basilios moradores de esta casa, como se supone, durante la dominación de los moros, a costa de grandes expensas y trabajos, le habían conservado su antiquísima advocación del Santo Sepulcro. Mas dejando esto a los historiadores, luego que D. Jayme I de Aragón conquistó esta ciudad de los moros en el año 1238, se dedicó enteramente al restablecimiento del culto divino, purificó mezquitas, erigió iglesias, fundó monasterios: de suerte que en menos de dos años se vio renacer el antiguo esplendor de la religión: había ya numeroso clero, que con decoro y solemnidad celebrase en varios templos los divinos oficios: dotó liberalísimamente la Iglesia Catedral, como lo tenía ofrecido a Dios, y él mismo lo confiesa en la escritura de donación, que se conserva, según dicen, en el archivo (a), con lo cual puede decirse que (1) puso los segundos cimientos de la silla Episcopal, que han ocupado hasta nuestros días Prelados de buena memoria, muchos de los cuales no dejaron lugar para que este pueblo envidiase los días floridos de la cristiandad; siendo gloria bien particular del último estado de esta Iglesia que dos de sus Obispos hayan sido colocados sobre los altares; y otros dos, hijos también de esta Diócesis, elevados a la silla de San Pedro.
(a) Así esta escritura otorgada en el año 1241, como el voto que sobre ello había hecho el mismo Rey cinco años antes, pueden verse en la Colección de los Concilios de Aguirre (edición de Catalani, tomo V página 188 y siguientes.)
No es inferior la gloria que se granjeó esta Iglesia con la multitud de sus Sínodos, celebrados en todo este tiempo, no sólo desde que fue erigida en Metropolitana el año 1492, sino también cuando aún era sufragánea de la de Tarragona. A la ilustrada piedad con que en ellos se trataron los negocios eclesiásticos, debe esta ciudad el haberse mantenido pura en la religión, y haber conservado en las solemnidades eclesiásticas cierta majestad devotísima que convendría fuese general en todas las Diócesis.
El templo de la Iglesia Catedral reconoce por fundador al Obispo D. Fr. Andrés Albalat, que puso su primera piedra en 1262. Siguieron las pisadas de este liberalísimo Prelado algunos de sus sucesores, ensanchándole hasta la grandeza que hoy tiene. Hácele muy vistoso el suntuoso adorno que en nuestros días ha recibido, no sólo por la multitud de jaspes, sino por el nuevo orden de las capillas, y el buen gusto en la construcción de algunos de sus altares (2). El retablo mayor ya muy de antiguo es de plata, y las puertas de oro, como decía Felipe II, aludiendo a sus hermosas pinturas (3), obra (según dicen) de Pablo de Areggio y Francisco de Neápoli, que florecieron a principios del siglo XVI.
Comúnmente se cree que esta Iglesia se dedicó a nuestra Señora con el título de la Asunción. Alegan no sé qué voto del Rey D. Jayme I. Si fuese así sería (4) distinto del hecho en Lérida en 1236, el cual nada dice de esto,
sino sólo de dotar las Iglesias que conquistase en el reino de Valencia. Lo cierto es que en la sacristía de esta Iglesia se conserva la misma imagen que trajo consigo el Rey conquistador, y puso en el altar mayor, bajo de la cual se leen estos dísticos:
Obtulit huic urbi post barbara colla subacta
Hanc primam sacrae Virginis effigiem
Rex super insignis, regumque norma Jacobus.
Mente reverenti prospice, quisquis ades.
Es una pintura que representa a María Santísima con el niño en los brazos, sin alusión ninguna a su gloriosa Asunción. Por otra parte, el Rey D. Jayme, ni en sus privilegios, ni en la historia que corre con su nombre, jamás da tal invocación a esta Iglesia; siempre la llama Ecclesia Sanctae Mariae: Sancta Maria sedis Valentinae.
También dicen que el Cid había antes dedicado esta Iglesia a S. Pedro (5). Creo que el M. Berganza en su obra Antigüedades de España dice algo que desmiente esta opinión.
El Obispo D. Vidal de Blanes costeó el aula capitular: obra del arquitecto Pedro Compte, como asegura Ponz en su Viaje tom. IV (a).
(a) Si es así, habiéndose indubitablemente concluido este edificio en 1358, debemos reconocer dos arquitectos del mismo nombre y apellido, acaso abuelo y nieto, los cuales trabajaron en esta ciudad en distintos siglos: a saber el ya dicho a mediados del siglo XIV, y (el) otro en el siglo XV, artífice de la famosa Lonja de la seda, que se construyó en 1482 (como se lee en Esclapes Noticias de Valencia); el mismo sin duda que pocos años antes sucedió a un maestro Baldomar en la conclusión de esta Catedral desde las pilastras del Tráscoro (detrás del coro) hasta la puerta principal y torre llamada del Micalet; obra que se comenzó lunes a 10 de Septiembre de 1459. Así consta del Diario MS. por un anónimo, Capellán del Rey D. Alonso V de Aragón, que se conserva en la Biblioteca de PP. Dominicos de esta ciudad.
Hizo en ella un púlpito que algunos creen haber servido de cátedra para la Lectura de Teología poco antes instituida en esta Iglesia, en el cual enseñase S. Vicente Ferrer desde el año 1385 hasta el 1390. Mas en el Epítome de las constituciones de esta Catedral (fol. 87) se ve que esta Lectura se tenía, no en el aula capitular, sino en la casa que hasta nuestros días se llama de la Almoyna, o limosna (elemosina). Otro púlpito se conserva junto a la capilla mayor a la parte del evangelio, donde es tradición que predicó este Apóstol de la Europa.
Con suma complacencia estoy observando el decoro y gravedad con que celebra esta Iglesia los oficios divinos. Además del plan de educación eclesiástica, que se halla establecido en esta Diócesis, contribuye también a este objeto el gran número de Dignidades, Canónigos y Pabordres y otros ministros que residen en ella. No me parece ajeno de mi propósito renovarte la memoria (6) de sus vestiduras corales, por si conviniese hacer uso de esta descripción. Hay dos clases de Beneficiados residentes en el coro. Unos graduados, y otros no graduados. Figúrate sobre la sotana ordinaria otra de seda negra, y encima una sobrepelliz abierta por los costados con las mangas sueltas y volantes, y sobre ella una capa corta, o sea muceta, que cubre el brazo hasta los codos poco más: este es todo el año el vestuario de los no graduados. Los que lo son, llevan sobre la segunda sotana un roquete sin mangas: sobre él un ropón, que llaman colas, y es un equivalente de la capa coral: su figura es la que resulta cuando alguno recoge la capa por bajo de los bazos para que lo arrastre por detrás, dejando caer delante todo el envoltorio de la ropa hasta los pies. Las dos alas de la capa se figuran con dos triángulos, que llevan al canto una cenefa de tafetán encarnado. Sobre esta reliquia de capa encaja la muceta o capirote puntiagudo por detrás, y por delante redondo con pieles cenicientas en invierno, y raso o tafetán encarnado en verano. De esta misma hechura es el vestido de los Clérigos de oficio, los cuales, a excepción de los Sochantres, Maestro de capilla, Organista y Hebdomadarios, que visten como los graduados, usan siempre de tafetán o raso negro en las colas y la muceta, y de pieles negras en esta última durante el invierno. Esta misma es la figura de los hábitos canonicales, con la diferencia que el roquete tiene mangas ajustadas hasta la muñeca, y las pieles en invierno son de armiño, y todo el vestido es de seda morada. Así visten los individuos de este Cabildo desde el Pontificado del Papa Alexandro VII, que les permitió mudar los vestidos antiguos como lo verás en la copia adjunta de su Bula, sacada de otra no muy exacta: que el original no le pude ver (a: Véase el apéndice núm. I.). De la figura y color de los hábitos antiguos da razón la Bula de Calixto III, expedida en 1457 a favor de los Canónigos de S. Felipe, a quienes concede el uso de los mismos vestidos corales que los de la Iglesia de Valencia. También envío copia de este documento, que me franqueó original el Cabildo de aquella Colegial (b: Véase el apéndice núm. II.), y con ello me excuso de decir más sobre esta materia.
Los Cleros de las parroquias, que son numerosísimos, visten todos como los que no son graduados en la Catedral. Y para distinguirse en ellas los que tienen grado mayor de universidad, en la capa o manteleta corta llevan una cenefa ancha de raso o tafetán carmesí. En las tres ferias mayores de semana santa usan los Canónigos de (7) capa morada con la cola larga, y los Doctores visten otra igual de color negro sólo para la adoración de la cruz en el viernes santo, y para cantar las lecciones en los maytines (maitines) de estos tres días. Esta capa cae desde las escápulas partida en dos puntas largas. Con esto se entiende mejor que levantada y doblada por bajo de los brazos, resulta la figura ya dicha, que llaman colas.
De este género de vestiduras corales, que son con alguna diferencia comunes a toda la Corona de Aragón, se exceptúa el Clero del Colegio de Corpus Christi que fundó el B. Juan de Ribera, en el cual se conserva el uso de las sobrepellices solas como en Castilla. Este devotísimo templo campea entre todos los de esta Diócesis en la solemnidad del culto. Quizá no habrá otro que le exceda en toda la cristiandad, y serán rarísimos los que lleguen a igualarle en la diaria magnificencia y decoro de los divinos oficios. Hasta los minutos que deben durar las horas rezadas, dejó señalados su santo fundador, estableciendo muchas ceremonias religiosas, que dan nueva majestad a sus fiestas eclesiásticas, de las cuales diré algún día, dándolo Dios, que ya hoy no permite más el correo.
Dios te guarde muchos años. Valencia 19 de Octubre de 1802.
NOTAS Y OBSERVACIONES.
(1) Puso los segundos cimientos de la silla Episcopal. De esto da puntual razón en su Historia Gaspar Escolano, diciendo: "Luego que (el Rey D. Jayme) hubo reedificado la Iglesia mayor que había sido primero mezquita, trató de adornarla de Obispo, Canónigos, Dignidades y Clerecía. Al principio no le fueron señaladas más de doce Calongías (canongías) y cuatro Dignidades, es a saber, Arcediano mayor de Valencia, Sacristán o Tesorero, Chantre o Capiscol, y la de Arcediano de Xátiva; si bien en el año 1260 D. Fr. Andrés Albalate, Obispo que entonces era de Valencia, juntamente con las cuatro Dignidades instituyó quinta Dignidad, que fue el Deanazgo (deán).... En el año 1240.... se partieron el Obispo y Cabildo medio por medio todas cuantas rentas les había dado el Rey, como parece por el libro del Cabildo, que llaman la Obispalía.” (Escol. lib. III, c. VII. n. 5.)
(2) El retablo mayor ya muy de antiguo es de plata.
Con la ocasión que se dirá en la Carta núm. VIII, se quemó y derritió este altar en el año 1469. Mas no tardó mucho el Cabildo en comenzar a reponerle, ni su nueva construcción es obra de un artífice italiano, como supone Ponz. El Diario MS. ya citado, después de hablar del incendio, dice así: "En lany LXX fonch principiat lo dit retaule tot de argent, e foren mestres del dit retaule mestre Jaume Castellnou, e mestre.... Cetina, e mestre Nadal Yvo argenters, tots naturals de Valencia; e fonch messa la Verge Maria ab lo Jesus en lo retaule en lany LXXI vespra de la Verge Maria de Agost.” Que en castellano dice así: "En el año LXX se comenzó a labrar el dicho retablo todo de plata, fueron sus artífices el maestro Jayme Castellnou, y el maestro.... Cetina, y el maestro Nadal Yvo (no Yrro como se lee en el Diccionario de profesores de las bellas artes), plateros, todos naturales de Valencia; y fue colocada la Virgen María con el niño Jesús en el retablo el año LXXI víspera de la Asunción de nuestra Señora.”
A pesar de la diligencia de los artífices no pudo perfeccionarse esta pieza hasta entrado el siglo XVI. En el año 1500 a 5 de Mayo todavía encargaban los Jurados a Micer Juan Vera, Capiscol y Canónigo de esta Iglesia, que pidiese al Papa Alexandro VI una limosna para concluir el retablo, siendo, dicen, gran mengua de esta ciudad, que en el espacio de treinta y un años como ha que se quemó, no se ha podido acabar. Pudo ser también que esto se dijera de los adornos y puertas del altar, no de la obra de plata. Como quiera, el citado Diccionario atribuye su conclusión a solo el platero Cetina; y aun cuando en ella trabajara algún italiano, no basta eso para decir que el artífice fue extranjero.
De esta clase de retablos y altares de plata u oro hay varios ejemplos en la antigüedad eclesiástica. Además del de oro guarnecido de pedrería, dado por la Emperatriz Pulchêria, hermana de Teodosio el Menor, de que habla Sozomeno (Hist. lib. IX. c. I.), describe también el constantinopolitano de Santa Sofía Pablo el Silenciario (in descript. Aed. Sophian.), diciendo que estaba sostenido de columnas de oro, y engastado de piedras preciosas. Anastasio el Bibliotecario refiere también que el Papa Sixto III puso en la Iglesia de Santa María la Mayor un altar de plata que pesaba trescientas libras; y el Papa Hilario dio otro también a la Iglesia de S. Lorenzo, en que se consumieron treinta marcos de plata; y de S. Gregorio dice el mismo: fecit ciborium Beato Petro Apostolo cum columnis suis quatuor ex argento puro. Y de Pascual I: propitiatorium (seu ciborium) altaris ex laminis argenteis circumduxit. (V. Grancol. l' Ancien Sacram. de l' Eglis. II. part. pág. 40 seq.)
En el Cronicón abreviado de Lieja (ap. Mart. Anecdotor. t. III. col. 1404.) se leen estas palabras: cum B. Lamberto patrono fieret novum ciborium exterius argento, et auro coopertum. y en la vida de S. Odilon Abad (act. SS. Benedict. saec. VI. p. I, pag. 687.) incoepit etiam ciborium super altare S. Petri, cujus columnas vestivit ex argento.... (Vid. Ducang. Glossar. V. ciborium, propitiatorium).
Entre estas y otras muestras de magnificencia en el culto, merece contarse el retablo de que tratamos, al cual Ponz y el citado Diccionario dan 40 palmos de elevación y 24 de latitud. Acaso incluirán en estas dimensiones todos sus adornos. Pero medido sólo lo que es plata, no tiene más que 28 palmos de alto y 22 de ancho. Así lo asegura en sus Memorias valencianas Onofre Esquerdo, el cual era Síndico del Secreto el año 1682, en que se concluyó la renovación del presbiterio, y había visto desarmar, limpiar y pesar dicho retablo. Hállanse estas Memorias MSS. en la Biblioteca de Santo Domingo. Por el mismo documento se sabe que la plata del altar pesaba en ese año 1684 marcos y 8 onzas. Y siendo este el que se fabricó después del incendio de 1469, resulta que a la plata que entonces se pudo recoger en cantidad de 1027 marcos y una onza, se añadieron entonces 657 marcos y 7 onzas, para que tuviese 6 palmos de alto y 4 de ancho más que el primitivo. Debo estas noticias y las de la nota siguiente al P. Lr. Fr. Bartolomé Ribelles, Dominico, Cronista de la ciudad y reino de Valencia.
(3) Obra de Pablo de Areggio &c. Algunos han dudado si son estos dos pintores los mismos que más de treinta años antes habían venido de Italia, llamados para pintar en esta santa Iglesia, como consta del citado diario MS., en el cual se leen estas palabras: "En lany 1471 feren venir dos mestres pintors florentins, molt sobtils e aptes en lart de la pintura, per pintar lo cap de la Seu dels Angels, e de les altres coses de pintura al fresch.” Esto es: "En el año 1471 hicieron venir dos maestros pintores florentinos muy hábiles y diestros en su arte para pintar la capilla mayor de la Seo (sus paredes y cielo), y otras cosas al fresco.” Mas que estos pintores al fresco sean los ya dichos y no otros, lo certifica la escritura ante Juan Esteve, Notario del Cabildo, en 28 de Julio de 1472 (que está en su Notal N: fol. 128), donde se ve que el Obispo D. Rodrigo de Borja y su Cabildo se obligaron a pagar 30 ducados en tres tercias a Pablo de Areggio y Francisco Neápoli por precio de las pinturas al fresco de la capilla mayor. Acaso serán estos los 30 ducados de oro que Ponz dice haber costado las puertas del altar. Mas en esta escritura sólo se habla de pinturas al fresco; las cuales si se conservaran, pudiéramos juzgar por ellas si las otras eran de la misma mano. Pero como en la renovación del presbiterio, que empezó el año 1674, fueron destruidas, y reemplazadas por los adornos que entonces eran una maravilla del arte, queda todavía en duda este punto mientras no se liquide por los documentos del archivo. Y si, como lo parece, estos pintores eran ya entrados en edad en ese año 1471, cuanto era menester para que su crédito los trajera de Italia a España, no es inverosímil que muriesen antes del 1500: tiempo en que el retablo estaba aún por concluir (como se ha dicho), a lo menos sus adornos, y entre ellos sus preciosas puertas, las cuales es cierto que no se colocaron hasta el año 1506; y es muy probable que una de las causas de esta dilación fuese el no estar todavía concluidas. Por otra parte se cree comúnmente que estas pinturas son obra de alguno de los discípulos de Leonardo de Vinci, en cuyo número yo no me atrevo a contar a Neápoli y Areggio, hombres ya muy acreditados en su arte, cuando el supuesto maestro sólo tenía veinte y cinco años de edad, como nacido en 1445 (1452 según otras fuentes). Menos errado me parece el juicio de los que atribuyen estas pinturas a un Felipe Paulo de Santa Leucalia, Borgoñón, por la analogía que tienen con las tablas de la pasión y de la vida de Santo Domingo, que se conservan en el aula capitular del convento de Predicadores, las cuales pintó para el retablo mayor antiguo de su Iglesia, que costeó el Obispo Cristopolitano D. Fr. Ausias Carbonell, como me aseguran que consta de una escritura ante Pedro Cherta a 9 de Febrero de 1525.
(4) Distinto del hecho en Lérida. Otra promesa hizo este Rey en el mismo lugar y año de sujetar todas las Iglesias que fundase a la Catedral de Tarragona, en atención a los servicios que de ella había recibido y de su Arzobispo D. Guillermo. Estos documentos y la dotación de la Iglesia de Valencia, y otras constituciones del mismo Rey acerca de la libertad e inmunidad de los judíos que se hiciesen cristianos, publicó el C. Aguirre en la colección de Concilios de España; mas se engañó en creer que antes de él no habían visto la luz pública. El impresor Diego Gumiel publicó todos los privilegios y constituciones de este Rey pertenecientes a Valencia, corregidos y ordenados por Luis Alanya. La edición se hizo en la misma ciudad en un tomo en folio año 1515, de la cual he visto varios ejemplares.
(5) Creo que el M. Berganza debe decir algo &c.
Efectivamente queda desvanecida esta opinión con lo que dice Berganza en sus Antigüedades (lin. V. c. XXV n. 303) por estas palabras: "para que los cristianos (de Valencia) tuviesen adonde asistir al sacrificio de la misa y a las horas canónicas, como se estilaba en aquellos tiempos, por lo menos a laudes y vísperas; de nueve mezquitas hicieron nueve Iglesias, que la crónica del Cid llama colaciones, y la general parroquias. Dedicaron la mayor al Apóstol S. Pedro, y la que estaba cerca del alcázar, adonde el Cid acudía de ordinario a los oficios eclesiásticos, fue consagrada a nuestra Señora con el título de Santa María de las Virtudes, que fue la Iglesia Catedral.”
La opinión de los que atribuyeron a la Iglesia Catedral la advocación de S. Pedro, parece haberse fundado en el testimonio de la crónica del Campeador, que llama colación o parroquia mayor a la del Apóstol S. Pedro. Y esta parece haber sido la opinión de Escolano, que refiriendo este hecho añade; y a la (parroquia) mayor llamaron S. Pedro por la devoción que le tenía el Cid (lib. II. cap. XXIII. n. 5), redoblando su equivocación con añadir (en el n. 9) que la Iglesia de nuestra Señora de las Virtudes, cerca del alcázar, es la actual parroquia de S. Esteban. El M. Risco con el testimonio de la historia latina que publicó, y añadiremos luego, prueba que sólo erigió el Cid la Iglesia de Santa María, aprovechándose para ello de la mezquita que tuvieron los sarracenos. Lo demás que se dice de la Iglesia de S. Pedro (añade), y otras cosas que se ponen en la citada crónica relativas al santo Apóstol, como la aparición que se refiere en el cap. 279, son tan sospechosas como otras muchas noticias que trae la misma crónica; y se puede presumir haberse fingido con pasión hacia el monasterio de Cardeña, que tiene también la advocación de S. Pedro, (Risc. Hist. de Rodr. Díaz cap. XIV.) Confírmase esto con la misma escritura de dotación de esta Iglesia, hecha por el mismo Rodrigo Díaz el año 1098, la cual se conserva en el archivo de la santa Iglesia de Salamanca, en donde referidas las posesiones dadas por él a aquella Catedral, se lee lo siguiente: haec autem omnia superiùs pertaxata Domino Deo, et Ecclesiae Valentinae in honorem Beatae, et gloriosae semper Virginis Genitricis Dei Mariae consecrate, liberè et absolutè, remota omnium posterorum nostrorum, totiusque successionis nostrae callida argumentatione, obstrusa omnium perversorum voce... donamus in manu Pastoris nostri Hieronymi, ab Urbano Papa secundo canonicè ordinati, et à Deo, ut credimus, ad restaurandam eandem Ecclesiam praedestinati, quatenus piissimus Dominus à vinculis peccatorum nostrorum nos immunes efficiat, simulque potenter ab hostium nostrorum tàm visibilium, quàm invisibilium insidiis clementer expediat.
Esta escritura firmada del Cid, que se descubrió el año 1617 con la otra de Doña Ximena, de que hablaré luego, la puso Gil González Dávila en el archivo de la santa Iglesia de Salamanca. Tiénenla por sospechosa los editores de Mariana por datarse en ella la conquista de Valencia en el año 1088, esto es, seis años antes de 1094, correspondiente a la egira (hégira) 487, en que la fijan las memorias del árabe Ben Hayan (Casir. Bibl. arab. hisp. t. II pág. 43.). Pero examinada la escritura, se ve que en ella se data el año de la dotación de la Iglesia, y no de la conquista de la ciudad: y que fue una equivocación del que la escribió poner el año de 1088 en lugar de 1098. Sus palabras, según la corrección del M. Risco, son estas: Anno siquidem incarnationis Dominicae XCVIII post millesimum: ego Rudericus (Rodericus, Rodrigo) Campidoctor (Campeador), et Principes, ac populus, quos Deus, quandiù ei placuerit, meae potestati commissit, donamus ipsi Redemptori nostro... et Matri nostrae Ecclesiae, sedi videlicet Valentinae &c.
Publicáronla el mismo Berganza en el apéndice a las Antigüedades secc. III. cap. XIV. tomo II. pag, 673, y el M. Risco en la historia de Rodrigo Díaz apend. IV. p. 10. Así esta escritura, como la de Doña Ximena, no dice Gil González haberlas hallado en el archivo de Salamanca, como escribieron los ilustradores de Mariana, sino haberlas colocado en él: Esta escritura dice, pareció año 1617, y la puse de mi mano en el archivo de Salamanca con otra de Doña Ximena &c. Lo mismo consta de la escritura de donación al Obispo D. Gerónimo y a su Iglesia de Valencia, hecha en 21 de Mayo de la era 1139, notando también el año de Cristo 1101 por Doña Ximena Díaz, mujer de Rodrigo Díaz, juntamente con sus hijos e hijas, por el remedio de su alma y de su difunto marido, a quien da el nombre de Campeador, en la cual se lee:
Ego denique Eximena Didaz, inspirante me divina clementia, nullius cogentis imperio, neque suadentis articulo, sed propria atque spontanea mea voluntate, una cum cunctis filiis atque filiabus, nec non et meis bonis hominibus, facio hunc titulum scriptionis et donationis ad honorem Dei, et Beatae Mariae semper Virginis Valentinae sedis. De esta escritura hace memoria Sandoval en su historia del monasterio de Cardeña §. VI: publicáronla Yepes en el tomo VI de la Crónica general de S. Benito, y el M. Risco en el citado discurso apend. V. pág. 13.
Con estos documentos concuerda la historia antigua del Cid, que se conserva MS. en la biblioteca de S. Isidro de León, en la cual se lee: Venit ipsemet (Rodericus) Valentiam, et in domo sarracenorum quam illi mezquitam vocant, Ecclesiam Sanctae Mariae Virginis ad honorem ejusdem Redemptoris nostri genitricis miro, et decoro opere contruxit. Publicó este códice el M. Risco en la citada obra apend. VI. pág. 17.
(6) De sus vestiduras corales. Sobre estas vestiduras comunes en las Iglesias de la Corona de Aragón deben hacerse las siguientes observaciones.
1. Que las colas de la ropa coral no son las prohibidas al Clero en el Concilio de Lima de 1582, y en otros varios Sínodos de nuestra Península, como lujo y superfluidad ajena de la moderación eclesiástica; sino los dobleces de la capa de coro, que allí llevan cogida todo el año, y no se suelta sino en algunas determinadas fiestas, conforme a la costumbre de cada Diócesis.
2. Que estas capas llamadas corales son un equivalente de las que antes se tenían por propias de los cantores, como dice Honorio de Autun (lib. I. capítulo CCXXVII) Cappa propria est vestis cantorum.
3. Que esta especie de capas, así en Valencia como en otras Iglesias, sirviendo ahora para decoro y ornamento, se llevan todo el año: no obstante que habiéndose concedido en su origen para abrigo, eran usadas sólo desde Todos Santos hasta la Pascua, como consta de una constitución de esta Iglesia hecha por el Obispo D. Vidal de Blanes, y de la Bula de Nicolao III, expedida en 1278 para fijar los hábitos corales de los Canónigos de S. Pedro de Roma, donde dice que en invierno superpelliceas lineas deferunt cappas nigras de sergia simplices, y en verano lineis togis superpelliceis sive cottis absque cappis utantur.
4. Que la sobrepelliz de ahora es la misma túnica talar de lino, de que hablan los antiguos escritores de ritos, vestis alba laxa talaris (Honor. Augustodum. lib. I de Gemm. cap. CCXXXII.); la cual ya el Concilio de Basilea (Basel) celebrado en 1431 permitió que llegase hasta más abajo de las rodillas: horas canonicas dicturi cum tunica talari ac superpelliceis mundis ultra medias tibias longis, vel cappis, juxta temporum ac regionum diversitatem &c.
5. Que la sobrepelliz no se diferenciaba del roquete en la tela ni en la longitud, sino sólo en las mangas anchas, a diferencia de las del roquete (rochetum seu romana camisia), que son angostas, como lo dice el primer Concilio de Milán: superpellicia latis sint manicis, non angustis instar rocheti.
6. Que es muy antiguo y extendido el uso de llevar sueltas las mangas de la sobrepelliz, como ahora en esta Iglesia y en otras de Aragón, diciendo Lindwod (ad Provinc. Eccl. Cantuar. lib. III tit. XXVII.) rochetum differt à superpelliceo, quia hoc habet manicas pendulas, sed rochetum est sine manicis, et ordinatur pro Clerico ministraturo Sacerdoti. Donde se ve también autorizado el uso de los roquetes sin mangas, que llevan en esta Iglesia algunos de los residentes, que no son Canónigos. Conjeturo también que los que usaban roquete eran los llamados tunicati, a diferencia de los que vestían sobrepelliz, llamados superpelliceati; cuya diferencia vemos ya establecida en las cartas de Hugon Metelo (Ep. XLI. Monum. sacrae antiq. t. II. pág. 386.) por estas palabras: isti sunt superpelliceati, isti sunt tunicati, quasi regnum Dei obtineatur vestibus... Tunicati exordium sumpserunt à Norberto: superpelliceati à B. Agustino.
7. Que las actuales mucetas de nuestro Clero no parecen ser de la hechura de las que unas constituciones antiguas de la Iglesia de Valencia llaman muzzas panni nigri, y un Concilio de Lima mozzeta (V. Ducang. Gloss.), sino semejantes al almutium o almutia, divisa antigua de los Sacerdotes (Jo. de Janua in V. Flamen), que con el tiempo vino a ser ropaje propio de los Canónigos en el coro: quo caput et humeros tegebant (Radvic. de gestis Fred. Imper. lib. II, cap. LXVII. Vid. Grancol. l' Ancien Sacram. part. II. p. 145.)
(7) Capa morada con cola larga. De esta práctica de dejar suelta la capa en algunas solemnidades principales de la Iglesia hace ya memoria S. Gregorio de Tours (de Vitis Patr. c. VII.), hablando de una parte de la casulla usada por un Diácono fuerte y robusto: sus palabras son estas: capsa autem hujus indumenti ita dilatata erat atque consuta, ut solet in illis candidis fieri quae per paschalia festa Sacerdotum humeris imponuntur. Ruperto dice también, hablando del coro (de Divin. offic. lib. II. cap. XIV.): cappas quoque in majoribus festis superinduimus.