diumenge, 15 de maig del 2022

CARTA 8. De algunos ritos señalados de los oficios antiguos.

CARTA 8. 

De algunos ritos señalados de los oficios antiguos. 

Mi querido hermano: Aunque es regular que la noticia dada en los correos antecedentes de los códices que existen en esta Iglesia, haya despertado en ti una cierta ansia de ver los extractos y apuntaciones que voy tomando de 
ellos: no es del caso que corte yo ahora el hilo de estos trabajos por el alivio que con ellos me prometo para otras Iglesias. Mas como debo satisfacer tus justos deseos, pondré siquiera alguna muestra de lo que dan de sí estos documentos en algunas variantes más señaladas de los oficios eclesiásticos. 
Primeramente es común en estos códices antiguos decir en las primeras vísperas los cinco salmos Laudate con una sola antífona, y responsorio después del capítulo: tener antífonas propias en completas, como también las bendiciones en maitines con R. IX, y V. ante Laudes; y otros tales ritos, que aún hoy se conservan en algunas religiones privilegiadas. 
(1) No es menos frecuente el uso de las prosas después del capítulo de segundas vísperas, precedidas por lo regular del Alleluia que se cantó en la misa del día, lo cual duraba aún por los años 1533. Hasta en maitines después del IX R. las trae el breviario de 1464, llamándolas, como ya dije, verbeta. Alguna otra vez echo de ver que esta especie de prosas se injieren en el IX R., formando parte de él. Aunque es obra prolija, me he resuelto a copiarlas todas, por si más adelante se ofreciere publicar alguna colección de estos metros que aunque informes y de mal gusto por lo común, sirven para la historia de la liturgia, y aun para rectificar ciertos hechos en las vidas de los Santos. En el Adviento además de la variedad de los evangelios, que se halla en pocos códices, es común prescribirse en todos ellos para los días feriales el rezo de los salmos graduales repartidos de este modo: los cinco primeros pro illis qui sunt in purgatorio; los cinco siguientes pro illis qui sunt in peccato mortali; y los cinco últimos pro illis qui sunt in vera poenitentia. Decíanse también, así como el oficio de la Virgen, en toda la Cuaresma
(2) Las antífonas O eran nueve, anticipándose por consiguiente dos días (3). En la vigilia de la Natividad había varias muestras de alegría, como era el tañer las campanas al tiempo de cantar el V. ante laudes: Crastina die &c. 
En el segundo nocturno de los maitines de este día, la lección VI se dice ser de S. Agustín, en la cual (4) se halla el testimonio de la Sibila Erítrea, repitiéndose después de cada dístico el primero: Judicii tellus &c. Esto es en el breviario de 1464. En el oficio de esta solemnidad, que se insertó en la semana santa del año 1533, se ve que creciendo la devoción de los Prelados, añadieron todos los testimonios que profetizaron la venida de Cristo; los cuales anunciaba el Lector de este modo: dic tu, Jeremia: dicat et Isaías. Y como se notan con tinta colorada los nombre de estos profetas, y después de sus palabras la de Lector, es probable que estos testimonios los dijese otro respondiendo a la pregunta del Lector, como lo previene cuando llega a (5) la profecía de la Sibila con estas palabras (6): la Sybilla deu estar ja apparelada en la trona vestida com à dona: esto es: la Sibila debe estar ya prevenida (preparada, aparejada) en el púlpito en traje de mujer. 

(7) SIBYLLA. 

“En lo ior (iorn, jorn; día) del iudici 
veurás qui ha fet seruici.
Duna Verge naxerá 
Deu y hom qui iutiará 
de cascu lobe yl mal 
al iorn del iuhi final.
Mostrar san quince senyals 
per lo mon molt generals, 
los morts ressucitarán, 
de hon tots tremolarán. 
Dalt dels cels deuallará 
Jesuchrist, ys mostrará 
en lo vall de Iosaphat 
hon será tot hom iutiat.
Portará cascu scrit 
en lo front à son despit 
les obres que haurá fet, 
don haurá cascu son dret. 
Als bons dará goig etern, 
è als mals lo foch dinfern, 
à hon sempre penarán 
puix à Deu offes haurán.” 

Esto es: (la traducción no se corresponde, la rima está forzada)
“Eh el día del juicio 
verás la virtud y el vicio.
De una Virgen nacerá 
hombre y Dios, el cual severo 
en fiel balanza pondrá 
el bien y el mal que hallará 
en el día postrimero.
Quince señales irán 
por todo el orbe espantosas, 
que al hombre estremecerán 
y los finados saldrán 
de sus huesas tenebrosas. 
Bajará del alto cielo 
Cristo Jesús, y mostrando 
su poder, irá juzgando, 
de Josafat en el suelo, 
de Adán el mezquino bando.
Cada cual a su despecho 
llevará en la frente escrito 
todo cuanto hubiere hecho, 
alegando su derecho 
la obra buena y el delito. 
Los buenos al gozo eterno 
llamados por él serán, 
y los malos al infierno, 
do sus culpas pagarán 
en el fuego sempiterno.”  

(8) Después del IX R. se cantaba el evangelio: Liber generationis &c. 
No sólo se decían los laudes intra missam en esta noche, sino que (9) no comenzaba la misa hasta dicho el Deus in adjutorium &c. de laudes. 
Antes de comenzar el salmo Laudate Dominum in Sanctis ejus se entonaba en el coro la antífona Pastores dicite quidnam vidistis &c., (10) a lo cual respondían dos niños detrás del altar mayor: Infantem vidimus pannis involutum, et choros &c. Esta pregunta y respuesta se repetía a cada dos versos de dicho salmo; y concluido este con sus interrupciones, se decía la V antífona Parvulus &c. Ceremonias piadosas que se abolieron en esta Iglesia aun antes de la corrección de S. Pío V. Mientras se cantaba el Benedictus dos Sacerdotes con capas pluviales y acólitos incensaban todos los altares de la Iglesia. El breviario de Cartagena, a más de lo dicho, trae Benedicamus propio para las segundas vísperas de este día: costumbre que observaba en 
las principales fiestas del año la Iglesia de Zaragoza, aún en el siglo XVI, como consta por las muestras de canto que da en las composiciones de esta especie Gonzalo Martínez de Viscargui en su obra Arte de canto llano impreso allí mismo año 1512. En la Epifanía se cantaba el invitatorio 
Christus apparuit nobis, venite adoremus, sin el salmo Venite, pero se decía el himno Christe redemptor omnium &c., y antes de laudes el evangelio de San Lucas: Factum est autem cum baptizaretur &c. Ni en este día ni en el de Navidad se decía Asperges antes de la misa, aunque vinieran en Domingo; lo cual se practicaba también en esta Iglesia de un modo aún más señalado, y por las causas que expresa el ritual del año 1527 (11), donde se lee: “si algunas fiestas, especialmente la Natividad del Señor, la Epifanía, las cuatro festividades mayores de la Santísima Virgen, y la de todos los Santos cayeren en Domingo, no se haga en la misa la aspersión del agua bendita, ni se cante en la procesión la antífona Signum salutis, ni la oración Exaudi, ni la oración Omnipotens... aedificator; y esto por la reverencia debida a tan grandes solemnidades, porque son días santificados.”
En estas memorias dignas de conservarse se ve el buen espíritu que resalta siempre en medio de la variedad de los ritos antiguos. Conténtate con estas ligeras muestras de lo mucho que voy descubriendo, y dime tu parecer sobre todo. A Dios. Valencia 2 de Diciembre de 1802. 

NOTAS Y OBSERVACIONES. 

(1) No es menos frecuente el uso de las prosas después del capítulo de segundas vísperas. Admitidas las prosas en la liturgia, en vez de la neuma con que se cantaba el fin del Alleluia, fue fácil trasladarlas a otras partes del oficio eclesiástico. Es verosímil que por este medio fuesen substituidas en esta Iglesia a los responsorios que otras cantaban en las vísperas después del capítulo. La cual práctica dice Amalario no haberse atrevido a introducir en Metz, ignorando por qué causa se decían en las vísperas antes del cántico Magnificat, y no en laudes antes del Benedictus. El ser precedidas estas prosas del Alleluia de la misa denota haberse adoptado aquel rito cuando todavía se consideraban estos ritmos como inseparables del Alleluia y continuación de su canto. 

(2) Las antífonas O eran nueve. Esta costumbre estaba ya introducida en algunas Diócesis en tiempo de Guillermo Durando, el cual después de explicar las siete antífonas que ahora canta toda la Iglesia, añade: in quibusdam vero Ecclesiis adduntur aliae duae: prima in honorem B. V. Mariae quae concepit: secunda pro Angelo qui ad virginem introivit, vel in honorem S. Thomae, cujus festum tunc accidit (Ration. divin. off. lib. VI. 
cap. XI. §. 5.) A esta antífona añadida de nuestra Señora O Virgo Virginum, y a la de Santo Tomás O Thoma Didyme la Iglesia de París, que siempre rezó estas nueve antífonas, sustituyó el año 1680 para la vigilia de Santo Tomás otra que empieza O Pastor Israel, y para el día del Apóstol O Sancte Sanctorum. La antífona O Thoma Didyme fue justamente abrogada, dice 
Grancolas (Comm. hist. in brev. rom. lib. II. cap. XI.), porque en ella se pedía la venida de Cristo a uno de sus Apóstoles. Otras Iglesias adoptaron doce antífonas, quae exprimunt, dice Durando (loc. laud.), duodecim Prophetas, qui Christi adventum praedixerunt. Y Honorio el Obispo de Autun dice: si duodecim O cantantur, duodecim Prophetae exprimuntur. 

(3) En la vigilia de la Natividad había varias muestras de alegría. Grancolas hace memoria de varias Iglesias donde en este día, congregado el clero en el capítulo o en el refectorio después de vísperas, se cantaban las antífonas O, alternadas con el responsorio Missus est; volviendo luego en procesión con velas encendidas y a son de campana. De esta ceremonia ha quedado en algunas partes el vestigio de tocar una campana al cántico Magnificat. 

(4) Se halla el testimonio de la Sibilia Erítrea. En la Iglesia de Rouen dos días antes de la vigilia de Natividad del Señor se leía un sermón atribuido a S. Agustín, en que se hallan los versos de la Sibila Erítrea, recitados por el Emperador Constantino en su oración ad SS. Caetum c. XVIII. (V. Martene de Antiq. Eccl. rit. lib. IV. c. XII. §. 13.) 

(5) La profecía de la Sibila. Profecías se llaman comúnmente los oráculos de las Sibilas, de las cuales juzgan S. Justino M. (Orat. paraenet. ad graecos), y San Agustín (de Civ. Dei lib. XVIII. cap. 22.), que hablaron inspiradas de Dios; lo cual dijo también Constantino Magno a los PP. del Concilio Niceno (Orat. laud.) S. Gerónimo añadió que el don de profecía fue en ellas premio de su virginidad (contra Jovin. lib. I). No hay repugnancia en que fuesen profetisas siendo gentiles, pudiendo dar Dios este don a los malos, como dice Santo Tomás, de lo cual hay dos ejemplos en la misma Escritura.
Pero S. Gregorio Nazianzeno (carm. ad Nemes.) dice que ni las Sibilas ni Hermes Trimegisto hablaron de los misterios de la fe por divina inspiración, sino copiándolo de los sagrados libros de los hebreos. Y aun asegura Orígenes (contra Cels. lib. V.) que eran tenidos por herejes los sibilistas, esto es, los que contaban las Sibilas entre los Profetas. Vosio (de Sibilin. orac.) pasó más adelante que S. Gregorio Nazianzeno, asegurando que estos oráculos los forjaron los judíos cuando Pompeyo se apoderó de Jerusalén como sesenta años antes de Cristo: la cual sentencia impugna sólidamente Honorato a S. María (Anim. in reg. et us. crit. lib. II. diss. III. art. 7. §. 3). 

(6) La Sibila... com à dona. Esto es, en traje de mujer. De la existencia de las mujeres gentiles llamadas Sibilas, nadie dudó en los diez y seis primeros siglos de la Iglesia. Cicerón habla siempre de la Sibila en singular: lo cual parece haber servido de guía a Pedro Petite (lib. de Sibylla) para asegurar que no fueron muchas, sino una sola: cuyos son los oráculos atribuidos a las demás, tomando distintos nombres de los varios lugares donde había vivido. Tal vez deslumbró esto también a Postelo (de Originib. sive de var. et potiss. 
orbi latino ad hanc diem incogn. aut inconsider. histor. c. XVI.) para que buscase el principio de aquellos oráculos en una famosa mujer oriental, parienta de Noé, cuya opinión seguida de algunos desaprobó Morhof 
(Polyhist. lit. l. I. c. X. n. 18.), Marciano Capela dice que fueron dos: Solino tres: Varron diez, al cual siguieron Lactancio y S. Agustín: otros doce, con el testimonio del Cronicón Pascual, publicado a principios del siglo VII: no faltan escritores profanos que extienden su número hasta sesenta.
Hablaron de ellas y de sus oráculos en el primer siglo Hermas: en el segundo S. Justino, Atenágoras, Teófilo Antioqueno: en el tercero Lactancio y Orígenes: en el cuarto el Emperador Constantino, cuyas palabras copia Eusebio, S. Gregorio Nazianzeno y S. Agustín, y otros PP. y escritores eclesiásticos, así de este como de los siguientes. Honorato a S. María (lib. I. diss. VI. art. II. §. I. n. III. seq. et lib. II. diss. II, art. II. seq.) intenta probar con graves razones que los versos sibilinos citados por los PP. eran los que religiosamente guardaron los romanos en el templo de Apolo Capitolino en las dos arquillas donde los encerró Augusto; cuyo hecho se halla atestiguado por Varron, Dionisio Halicarnaseo, Plinio y otros historiadores gentiles. Otros críticos pretenden hallar variedad entre estos códices sibilinos que perecieron cuando se incendió el capitolio en el reinado de Tarquino; y los que se conservaban en la antigua Eritra, llamada ahora Stolar, y en otros pueblos del Asia. Sea de esto lo que fuere, es certísimo que los versos de las Sibilas que se conservan ahora divididos en ocho libros e insertos en la Biblioteca de los Padres, lejos de ser genuinos e incorruptos en todas sus partes, están viciados e interpolados, tal vez por algún cristiano que no tenía conocimiento de la buena teología, ni de la lengua hebrea, ni menos de la geografía y de la historia; lo cual demuestran con testimonios de estos mismos escritos Servat. Galeo (in Lactant. de falsa religión. lib. I. c. VI. not. 9.) y Natal Alexandro. Esta verdad nada prueba contra los lugares de las 
Sibilas alegados por los PP. de los primeros siglos, cuando estaban aún incorruptos, y como tales eran venerados en la santa Iglesia (Crasset. de Sibyll. orac.), y menos favorece a la opinión de Petit Didier (in Bilb. Dupin. t. I. cap. II. §. 4. pág. 113. seq.), y de Juan Lamy (de Erudit. Apostol. c. I, pag. 18.), que dicen haber sido fingidos estos vaticinios por los primeros 
cristianos: y a la de Dupin, Huet y otros que siguiendo al calvinista Blondelo, y aprovechándose de sus conjeturas, juzgaron no haber examinado los PP. estos oráculos a la luz de la buena crítica. Sobre si dijo o no S. Clemente Alexandrino que el Apóstol S. Pablo en algún sermón o razonamiento a los gentiles, había alegado el testimonio de las Sibilas, merece leerse Honorato a S. María (lib. II. diss. II. art. III.) La inteligencia que dio Cotelier al testimonio de aquel Padre la impugnó sólidamente Tillemont (sur. S. Paul., not. XXVI.) 
(7) Sibylla: En lo ior del iudici. Digno es de notarse que se escogiese para este oficio el lugar donde la Sibila Erítrea habla del juicio final, de la resurrección de la carne, del premio y castigo que dará a cada uno, según sus obras, el juez de vivos y muertos: lugar alegado por Lactancio (de Vita beata lib. VII. capítulo XX.), y recitado por el Emperador Constantino a los PP. del Concilio Niceno (Orat. ad Sanct. Coetum capítulo XVIII.), y sobre el cual parece haber recaído señaladamente la defensa que hizo aquel Emperador de la legitimidad de este escrito, diciendo: mendaci perspicuè convincuntur qui ista carmina non olim à Sibylla condita esse praedicant.
Y la de Lactancio por aquellas palabras: quidam... solent eo confugere, ut 
ajant non esse illa carmina sibyllina: sed à nostris ficta atque composita. Quod profectò non putabit qui Ciceronem, Varronemque legerit, aliosque veteres, qui Erythraeam (Eritrea, erítrea) Sibyllam ceterasque commemorant, ex quorum libris ista exempla proferimus. Qui auctores obierunt antequam Christus secundum carnem nasceretur (de Vera Sap. lib. IV. c. XV). Tal vez se han conservado estos versos sin interpolación ni alteración conforme estaban en sus originales o en la copia mandada sacar 
por Augusto diez y ocho años antes de Jesucristo, o en el códice hallado cinco años después, y recibido por autoridad del Senado. (Tillem, Hist. des Emp. t. I. Octav. Aug. art. VIII). Sobre la impugnación de este lugar de Constantino hecha por Henr. Valesio merece leerse lo que dejó escrito Jorge Bullo, Obispo de S. Davidshead (menevense) en su respuesta a Zuickero
De este uso de insertar retazos de las Sibilas en los oficios eclesiásticos hablaremos en su lugar. De él dio varias muestras Martene alegando los ejemplares de S. Marcial de Leimoges (Limoges, de donde procede el lemosín), de Uzez, de París y Narbona (de Antiq. Eccl. rit. lib. IV. c. XII. §. XIII). 

(8) Después del IX R. se cantaba el evangelio: Liber generationis. Este rito prescrito por el Micrólogo (c. 34.) era desconocido en la Iglesia romana, pues se halla omitido en sus antiguos ceremoniales. En algunas Iglesias en tiempo de Guillermo Durando se cantaba este evangelio al fin de la primera misa. De esto hablaremos en su lugar. 

(9) No comenzaba la misa hasta dicho Deus in adjutorium (de laudes). Igual rito se observaba en las Iglesias de Tolosa y Nantes, y otras de la Galia Céltica, diciéndose toda la misa del gallo después del Deus in adjutorium, y entonándose después de la misa la primera antífona de laudes (V. Martene loc. laud. §. XXVII). 

(10) A lo cual respondían dos niños. El ritual de Nantes prescribía que antes del Salmo Laudate Dominum in Sanctis ejus, como en esta Iglesia, pueri ludentes cum baculis stent ante altare, et dicat cantor: Pastores dicite: pueri respondeant: Infantem vidimus: et tunc incipiat aliquis antiphonam: Parvulus filius, quam subsequatur psalmus: Laudate Dominum de caelis. 
En el Ordinario de Narbona y el de Santa María de Reims en casi todo concuerda este rito con el de Valencia. 

(11) Donde se lee. El texto latino dice así: “si festivitates aliquae, praecipue sequentes, scilicet: Nativitas Domini, Epiphania, quatuor festivitates majores. B. Virg. et omnium Sanctorum, venerint in Dominica: tunc in misa non aspergatur aqua benedicta, neque in processione cantetur aña. Signum salutis, neque oratio Exaudi, nec oratio Omnipotens... aedificator &c.; et hoc ob reverentiam tantarum solemnitatum, quia dies sanctificati sunt. Sed in completorio istis diebus, et aliis in quibus non fuerit aspersa dicta aqua in missa, aspergatur de illa: nota etiam, quod tempore generalis interdicti, non aspergatur dicta aqua, nisi super personas privilegiatas, et ad divina officia admissas.” (Ordinar. Valent. edit. ibid. ann. 1527.) 

CARTA 7. Passione imaginis, Crucifijo, San Salvador, Berito

CARTA 7. 

Observaciones sobre el oficio antiguo de Passione imaginis. Crucifijo devotísimo venerado en la parroquia de S. Salvador. Si es el de Berito: si vino a Valencia por el Turia. Preces del Señor Orbe a Benedicto XIII

Crucifijo devotísimo venerado en la parroquia de S. Salvador. Si es el de Berito: si vino a Valencia por el Turia.


Mi querido hermano: Sin ejemplar y sin que sirva de título de posesión va hoy esta carta, cuando apenas habrás recibido la otra. Hágolo así porque se pasa el mes de Noviembre y no quisiera que se me olvidara lo que he leído y reflexionado con motivo de la fiesta que he visto celebrar aquí el día 9 del mismo al Santísimo Cristo de S. Salvador. Por lo que se dirá luego verás que esta es la fiesta que anuncian los códices antiguos de esta Iglesia en el mismo día con el título de Passione imaginis. Lo que en esto se propusieron nuestros mayores es lo mismo que se habían propuesto los Prelados de otras Iglesias del Oriente y Occidente, que fue desagraviar al Señor de los ultrajes que a su imagen hicieron los judíos en Berito. Pero a este objeto ha sabido dar mayor extensión el amor de la patria mal entendido, adoptando especies inciertas, con que saca el partido que puede la mentira, y la piedad queda expuesta a la burla de la irreligión. De esto juzguen otros: a mí sólo me toca poner en tu consideración mis observaciones sobre esta fiesta para cuando te se (se te) ofrezca hablar de ella. Hay pues aquí una celebre Iglesia parroquial con el título de S. Salvador, donde se venera un crucifijo verdaderamente devotísimo, del cual creen algunos del pueblo, y aun aseguran varios escritores (a) 

(a) V. Escolano lib. V. cap. IV., Juan Bautista Ballester, Identidad del Christo de S. Salvador con el de Berito. Valencia 1672. El P. Antonio Juan Andreu, Descalzo de San Francisco, Relación del Cristo del Rescate c. X. Valencia 1625.

que siendo Obispo de esta Iglesia D. Fr. Andrés Albalat en el año 1250 vino por el mar, y entrando por el Turia, y subiendo contra su corriente hasta la vista de la ciudad, permaneció inmóvil hasta que los fieles, sacándole del agua, le colocaron en el altar mayor de dicho templo, al cual con este suceso se le mudó el título que tenía de S. Jorge en el de S. Salvador. Otros dicen que esta venida fue río abajo. En el año 1738 se erigió un monumento en el pretil del río que representa este suceso. Añaden también algunos que esta es (1: V. el apéndice núm. XI.) la misma imagen tan celebrada de Berito, cuya fiesta se propagó por casi toda la cristiandad por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Dejando aparte la verdad de este hecho, que tengo por averiguado, a pesar de las dudas de los herejes, y aun de algunos historiadores católicos, lo cierto es que la fiesta de Passione imaginis pudo tener principio en esta Diócesis, como en otras, del encargo de aquel Prelado, o del ejemplo de otras Iglesias; pero de ningún modo procedió de la venida de la imagen, y mucho menos de su identidad con la de Berito.

Diré primero lo que me ocurre sobre este último punto, y luego iremos al otro. Que esta devotísima imagen no pueda ser la de Berito lo prueba su misma estructura, distinta de la otra por la memoria que de ella se conserva en el sermón del Obispo de Siria Atanasio (a:  V. Acta Synodi Nicoen. II. act. IV), cuyas palabras en el texto griego son estas, (texto griego que no puedo transcribir): las cuales a la letra suenan in tabula quidem erat ad vivum depicta. Y aunque en la edición de Labbé y Cosart, en lugar de in tabula depicta se lee honestè depicta: una y otra versión dan el verdadero sentido al original, mostrando que esta imagen de Berito era pintada, y no de bulto como la de Valencia, Lo cual confiesa también D. Agustín Sales, llamando al crucifijo de Berito imagen pintada, teniendo presente la autoridad del Cardenal Baronio.

Vamos al tamaño. Esta sagrada imagen es del natural, y acaso mayor. De la de Berito hacen formar distinto juicio las lecciones del oficio de esta fiesta, que se hallan en nuestros códices, conformes con el testimonio del Obispo Atanasio y de Sigiberto. Porque después de contar en las tres primeras, como el cristiano se dejó olvidada la imagen en su casa (el Obispo Atanasio la llamó cellulam) y como el judío que entró a habitarla, después de algunos días convidó a comer a un amigo, y la ira de este cuando vio el crucifijo; en la lección cuarta describen las escusas del inquilino con estas palabras: ille autem cùm adhuc praedictam imaginem non vidisset, sacramentis quibus poterat, affirmabat, quod illam de qua dicebat, imaginem penitus ignorabat. Parece inverosímil que el huésped que debió registrar la casa para comenzarla a habitar no viese una imagen del tamaño de esta de Valencia, y más estando infixa parieti contra lectuli faciem, como dicen las mismas lecciones. Y si era regular que la hubiese visto, también lo era que no diese esta escusa, en que no debía ser creído. Por otra parte merece atención que el P. Antonio Nachi, Jesuita, en el tomo IV de las cartas edificantes (edic. de Madrid de 1774), tratando de la misión de Siria, con ocasión de recordar el milagro del Cristo de Berito, asegure que se conserva aun esta imagen en aquella ciudad, diciendo: este monumento tan precioso está colocado en un lugar subterráneo de la Iglesia de S. Salvador (de Berito), que sirve a los turcos de mezquita; y los cristianos y los turcos acuden a pedir socorro en sus dolencias y necesidades a este milagroso simulacro. También hago memoria de haber leído, y no sé donde, que se conserva este crucifijo en la Basílica de S. Salvador de Roma. Esto me ocurre; quisiera hallar más documentos que dejasen este punto bien apurado.

El otro artículo acerca de la milagrosa aparición o venida de la imagen por el Turia, lo trató con extensión en sus Observaciones a las Antigüedades de Valencia el P. Fr. Joseph Texidor, de mi Orden, hombre diligentísimo, que por amor de la patria y de la verdad trabajó años en apurar este y otros hechos. Allí encontré demostrados los puntos siguientes.

1.° Que en el año 1245, ya firma en varias concordias el Cura de esta parroquia con el título de S. Salvador. Por consiguiente que es supuesto el título de S. Jorge, y mucho más la mudanza de él, que con motivo de la venida de esta imagen en el año 1250 suponen Escolano y otros.

2.° Que en ninguna de las escrituras de dicha Iglesia se halla la palabra crucifijo o su equivalente hasta el año 1548. Cosa que parece imposible, si ya desde el siglo XIII era aquí venerado con un motivo tan plausible. Porque siendo así, era preciso que en testamentos, fundaciones de misas, aniversarios &c. no olvidasen los fieles tan preciosa alhaja.

3.° Que en el siglo XVI el Venerable Fr. Juan Micó predicó seis sermones en dicha Iglesia y fiesta, los cuales se conservan entre sus obras con el título de Passione imaginis, y nada dice de que sea esta la imagen de Berito; sólo refiere aquella historia poco más o menos como está en los sermones del discípulo, y como la refieren los breviarios de esta Iglesia MSS. e impresos en las lecciones de maitines, sin señalar el lugar de donde las tomaron, y como la refiere en la fiesta de la Exaltación de la Cruz un santoral MS. que se conserva en el archivo de la Catedral, que parece ser del siglo XV. 

A estas observaciones del citado escritor deben añadirse las resultas que tuvieron las preces del XXII Arzobispo de esta Iglesia D. Andrés de Orbe y Larreategui sobre esta materia. Pidió este Prelado a Benedicto XIII el año 1729 (1429, Papa Luna) que restituyese a esta Iglesia el oficio antiguo de Passione imaginis de que había usado hasta la reforma de S. Pío V. No he podido hallar la respuesta del Papa, como he encontrado las preces del Señor Orbe, de que envío copia (a). Pero el efecto mostró no haber accedido a ellas la santa Sede; pues en tal caso gozaría hoy esta Diócesis la gracia que solicitó aquel Prelado, o a lo menos la dicha parroquia, donde ese día se reza, no el oficio antiguo de Passione imaginis, sino el general de la Dedicación del templo de San Salvador. Todas las apariencias son de que Benedicto XIII, siguiendo el ejemplo de S. Pío V, desestimó la súplica por no estar bien averiguada, así la milagrosa venida de esta santa imagen como su identidad con la de Berito. Aún tiene mayor peso este argumento, si consideramos la condescendencia de la santa Sede en restituir a esta Iglesia algunos oficios antiguos abolidos por S. Pío V, como las de la sangre de Jesucristo, del Ángel Custodio y los dos Santos Vicentes. Sin embargo que el de la sangre era mucho más reciente, que el de que hablamos. Por donde se ve que para la concesión de este otro oficio, hubo justo inconveniente, que sin duda fue la falta de documentos en apoyo de los hechos de que se trata. Por otra parte la venida reciente de este simulacro por el Turia la callan los mismos códices de esta Iglesia, aunque refieren el suceso de Berito; no siendo verosímil este silencio de un hecho tan señalado y glorioso para esta Iglesia en unos códices cercanos al tiempo en que se fija; antes bien, si tal hubiera, de hecho tan maravilloso, hubieran dejado memoria o alusiones por lo menos en algunos de los responsorios, y en el ofertorio y comunión de la misa, como sucede con menos motivo en las fiestas de S. Lázaro, San Onofre y otros; o a lo menos algún vestigio en la oración, en la cual sólo se habla de la pasión de Jesucristo, y tal cual códice añade la palabra imagen. Lo restante del oficio es tomado en unos del de la Exaltación de la Cruz, en otros del que celebraba esta Iglesia de quinque plagis. Alguna consideración merece la reflexión que ofrecen las preces que he dicho; y es, que esta fiesta es de un origen muy reciente, a saber, del año 1460; lo cual, aunque sólo se entienda del oficio y misa, no es verosímil que sucediese, si tan antigua es la venida de esta imagen como suponen. Tampoco es fácil combinar con esta época posterior a la canonización de S. Vicente Ferrer la grande devoción que se supone haber tenido este Santo a dicha santa imagen. Porque si tal fuera, parece regular que con su crédito y autoridad lograra, aún viviendo, que se estableciera esta fiesta, de la cual no me acuerdo haber visto alguna memoria en sus sermones. 

En fin, yo no niego la posibilidad de estos hechos; pero vuelvo a decir que desearía nuevas luces que desvaneciesen mis dudas sobre ellos, y más tratándose de este devotísimo crucifijo cuya sola vista despierta muy tiernos afectos, y es santamente y con gran fruto venerado en esta ciudad, y a sus moradores sirve como de asilo y lugar de refugio en las calamidades privadas y públicas. Hablo con esta franqueza de la piedad, constándome que contra la sólida devoción de los pueblos nada influyen las controversias históricas sobre el origen de las imágenes; en las cuales quiere la Iglesia que veneremos, no lo que son en sí, sino lo que representan, y que prescindamos de todas las circunstancias históricas sobre su origen y portentos, cuando no están apoyadas en documentos sólidos. Y así aun cuando la devoción de nuestros mayores haya sido sorprendida en este punto como yo lo sospecho, por la oscuridad de los tiempos; sin embargo son muy dignos de alabanza y de imitación los que siguiendo el ejemplo de Santo Tomás de Villanueva y de otros siervos de Dios, buscan en la presencia de este divino simulacro un despertador de la compunción y del fervor del espíritu que debe vivir siempre en nosotros. 

¿Qué diré de los oradores que olvidando este fin que es el principal de la oratoria cristiana emplean todo el tiempo y caudal en probar que esta es la imagen de Berito? Cosa que aun siendo cierta y pudiéndose demostrar, era bien tratarla separadamente y en otras ocasiones, mas no en un sermón, en el cual no debe ocupar más lugar que el que se permite a la narración para sacar de ella el fruto que espera el pueblo: que no todos acuden a la Iglesia llevados de la curiosidad de oír glorias de la patria, sean como sean.

En resolución, yo creo que esta imagen y su fiesta no tuvieron otro origen que la devoción de esta ciudad y sus Obispos; los cuales, como ya dije, en desagravio del descomedimiento de los judíos de Berito establecieron tal vez esta fiesta anual, a imitación de los pueblos de Oriente y de Occidente, que desde luego (a) la habían instituido por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Por lo demás me consta que los piadosos literatos de esta ciudad no dan oídos a los que según la expresión de D. Lucas de Tuy: dicunt aliqua esse fingenda, licet vera non sint, ad Christi nominis gloriam dilatandam... Veritas namque cum sit, vult veridicis praeconiis collaudari. (Luc. Tud. adv. Albig. error. lib. II. cap. XI.) 

Se me olvidaba decir que hasta la mitad del siglo pasado ha permanecido en esta Catedral una capilla con la invocación de Passione imaginis, en cuyas paredes se conservaban algunas pinturas de la historia de Berito; y es la misma capilla que ahora se llama del Santo Buen Ladrón. Mas aun siendo esto así, como lo es, y que el Obispo D. Fr. Andrés de Albalat fundó en ella una capellanía con el título del cuerpo de Cristo, que es también advocación de la misma capilla; y posteriormente se fundó otra con el título de la imagen ultrajada, lo más que de allí pudiera colegirse a mi parecer es, que en el siglo XIII ya se había introducido aquí la devoción a la imagen de Berito, pero no que la fiesta deba su institución a la venida de la imagen, ni menos a su identidad, supuesto que no hay documentos de lo uno ni de lo otro. Valencia 28 de Noviembre de 1802. 

NOTAS Y OBSERVACIONES. 

(1) La imagen tan celebrada de Berito. Berito, ciudad marítima de la antigua Fenicia, conocida con el nombre de Colonia Felix Julia, llamada ahora Beirut

o como dicen los italianos, Baruti, está situada a la costa del mar de Siria, no lejos de Sidón, como consta del Itinerario de Antonino: algunos geógrafos modernos (Baudrand art. Berytus) la colocan entre Trípoli y Damasco (V. Le Quien Oriens christ. t. III. p. 90. 1326). De la antigüedad de este pueblo hay varias memorias en Strabon (Estrabón) (lib. XVI.), y en Plinio (lib. V. cap. 20). En ella hizo Agripa un suntuoso teatro, donde se hicieron juegos y otras representaciones con gran magnificencia (Tillem. Histoire des Juifs, art. XXXI. ap. Hist. des Emper. t. I. p. 475). Eusebio hace memoria de una famosa escuela que había en Berito, por cuya causa vivió allí mucho tiempo S. Aphiano Mártir (de Martyr. Palaestinae cap. IV). Otro tanto cuenta Sócrates (Hist. eccles. lib. IV. c. 27.) de S. Gregorio Neocesariense después que dejó la escuela de Atenas. Por una ley de Teodosio II fue erigida su Iglesia en Metrópoli honoraria de la Fenicia, igual en título de dignidad a la de Tiro, no en la jurisdicción: dio ocasión a esto la contestación de Phocio, Metropolitano de Tiro, con Eustatio, Obispo de Berito, examinada y disuelta en el Concilio de Calcedonia (Tillem. 5. Leon. art. CXIV. CXV. t. XV. p. 676). De la ruina de una gran parte de esta hermosa ciudad y de sus muros que tanto alaba Dionisio Afric. (Beryti et moenia grata) por el terremoto del año 349 y 112 del imperio de Constancio, y de la fingida conversión de algunos gentiles vecinos de ella aterrados con este azote, a pesar del testimonio de Teophanes, duda Tillemont en la vida de aquel Emperador (art. XIII. t. IV. p. 349). Blas Terzi (Syria sacra lib. I. c. 171) dice que apenas llegará ahora el vecindario de este pueblo a dos mil personas y que tienen en él los católicos un Obispo Maronita, y otro Griego los cismáticos. De los Obispos pertenecientes al último estado de esta Iglesia desde el siglo XI habla Le Quien en la obra citada (Oriens Christ. t. III. p. 1326, 1327).

En esta ciudad sucedió la maravilla de que tratamos, de la cual habla Baronio el día 9 de Noviembre, y cuya historia refiere Sigeberto por estas palabras: judaei imaginem Salvatoris invenientes in domo cujusdam judaei, ibi relictam à quodam christiano, eam injuriose deposuerunt, et omnia opprobria quae judaei Christo Jesu intulerunt, ejus imagini inferebant. (Sigeb. Cron. ad ann. 765). En confirmación de este suceso suele alegarse también el tratado de un antiguo Obispo de Siria llamado Atanasio, y otro sermón cuyo título es: sermo sanctae memoriae Patris nostri Athanasii de imagine Christi, quod factum est miraculum in civitate Beryto, tempore Constantini et Irenis uxoris ejus.

En el (cap. IV.) se refiere más a la larga el suceso, añadiéndose que aquella imagen había sido primero de Nicodemo, después pasó a manos de Gamaliel, de Santiago, de Simeón, y últimamente de Zaqueo, habiéndose libertado de la ruina de Jerusalén: que toda aquella multitud de judíos, vista la sangre y agua que milagrosamente salió del costado de la santa imagen, se convirtieron a la verdadera fe: que el Metropolitano de Berito guardó en redomas de cristal varias porciones de aquella sangre y agua, las cuales envió a diversos pueblos de Asia, África y Europa, dando cuenta de tan gran maravilla, de la cual queda un insigne testimonio en las actas del Concilio Niceno II (act. IV) A los centuriadores magdeburgenses y otros que intentaron desmentir esta historia responden Simón Maiolo (Historiar. tot. orb. centur. IV. c. X.), y Jac. Gretsero (de Cruce Christi lib. I c. XCVIII.) 

(2) La habían instituido por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Por testimonio de Sigeberto y del Obispo Atanasio consta que el Metropolitano de Berito envió desde luego a varios pueblos de la cristiandad porciones de la milagrosa sangre y agua que salió de esta imagen: hoc insuper ab eis efflagitans, ut annos singulos in mense Novembri... nono die ipsius mensis... non minori reverentiam quàm Natalis Domini vel Pascha, ista dies praecipuam observatione colatur. De este encargo procedió, a juicio de Molano, la rápida propagación de esta fiesta, así en Oriente, como en Occidente. Establecida la fiesta, era ya fácil que se sacasen copias de aquella prodigiosa imagen, y que se colocasen en capillas o templos con su advocación, como sucede hoy día aún en España con varias imágenes de Jesucristo y de nuestra Señora. Y así D. Agustín Sales, refiriendo a otro propósito que en el antiguo misal valentino (impreso en Venecia el año de 1509 fol. CCXCVIII) a 9 de Noviembre se halla la misa: in festo passionis imaginis Domini Jesu Christi, añade: pero esta no era propia de Valencia, sino común a todas las Iglesias, tanto del Oriente, como del Occidente, como advierte César Baronio en sus notas, por celebrar todas el milagro de la imagen pintada de Berito, que menciona en el dicho día el martirologio romano (Sales Memor. del santo sepulcro pág. 126).