diumenge, 15 de maig del 2022

CARTA 7. Passione imaginis, Crucifijo, San Salvador, Berito

CARTA 7. 

Observaciones sobre el oficio antiguo de Passione imaginis. Crucifijo devotísimo venerado en la parroquia de S. Salvador. Si es el de Berito: si vino a Valencia por el Turia. Preces del Señor Orbe a Benedicto XIII

Crucifijo devotísimo venerado en la parroquia de S. Salvador. Si es el de Berito: si vino a Valencia por el Turia.


Mi querido hermano: Sin ejemplar y sin que sirva de título de posesión va hoy esta carta, cuando apenas habrás recibido la otra. Hágolo así porque se pasa el mes de Noviembre y no quisiera que se me olvidara lo que he leído y reflexionado con motivo de la fiesta que he visto celebrar aquí el día 9 del mismo al Santísimo Cristo de S. Salvador. Por lo que se dirá luego verás que esta es la fiesta que anuncian los códices antiguos de esta Iglesia en el mismo día con el título de Passione imaginis. Lo que en esto se propusieron nuestros mayores es lo mismo que se habían propuesto los Prelados de otras Iglesias del Oriente y Occidente, que fue desagraviar al Señor de los ultrajes que a su imagen hicieron los judíos en Berito. Pero a este objeto ha sabido dar mayor extensión el amor de la patria mal entendido, adoptando especies inciertas, con que saca el partido que puede la mentira, y la piedad queda expuesta a la burla de la irreligión. De esto juzguen otros: a mí sólo me toca poner en tu consideración mis observaciones sobre esta fiesta para cuando te se (se te) ofrezca hablar de ella. Hay pues aquí una celebre Iglesia parroquial con el título de S. Salvador, donde se venera un crucifijo verdaderamente devotísimo, del cual creen algunos del pueblo, y aun aseguran varios escritores (a) 

(a) V. Escolano lib. V. cap. IV., Juan Bautista Ballester, Identidad del Christo de S. Salvador con el de Berito. Valencia 1672. El P. Antonio Juan Andreu, Descalzo de San Francisco, Relación del Cristo del Rescate c. X. Valencia 1625.

que siendo Obispo de esta Iglesia D. Fr. Andrés Albalat en el año 1250 vino por el mar, y entrando por el Turia, y subiendo contra su corriente hasta la vista de la ciudad, permaneció inmóvil hasta que los fieles, sacándole del agua, le colocaron en el altar mayor de dicho templo, al cual con este suceso se le mudó el título que tenía de S. Jorge en el de S. Salvador. Otros dicen que esta venida fue río abajo. En el año 1738 se erigió un monumento en el pretil del río que representa este suceso. Añaden también algunos que esta es (1: V. el apéndice núm. XI.) la misma imagen tan celebrada de Berito, cuya fiesta se propagó por casi toda la cristiandad por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Dejando aparte la verdad de este hecho, que tengo por averiguado, a pesar de las dudas de los herejes, y aun de algunos historiadores católicos, lo cierto es que la fiesta de Passione imaginis pudo tener principio en esta Diócesis, como en otras, del encargo de aquel Prelado, o del ejemplo de otras Iglesias; pero de ningún modo procedió de la venida de la imagen, y mucho menos de su identidad con la de Berito.

Diré primero lo que me ocurre sobre este último punto, y luego iremos al otro. Que esta devotísima imagen no pueda ser la de Berito lo prueba su misma estructura, distinta de la otra por la memoria que de ella se conserva en el sermón del Obispo de Siria Atanasio (a:  V. Acta Synodi Nicoen. II. act. IV), cuyas palabras en el texto griego son estas, (texto griego que no puedo transcribir): las cuales a la letra suenan in tabula quidem erat ad vivum depicta. Y aunque en la edición de Labbé y Cosart, en lugar de in tabula depicta se lee honestè depicta: una y otra versión dan el verdadero sentido al original, mostrando que esta imagen de Berito era pintada, y no de bulto como la de Valencia, Lo cual confiesa también D. Agustín Sales, llamando al crucifijo de Berito imagen pintada, teniendo presente la autoridad del Cardenal Baronio.

Vamos al tamaño. Esta sagrada imagen es del natural, y acaso mayor. De la de Berito hacen formar distinto juicio las lecciones del oficio de esta fiesta, que se hallan en nuestros códices, conformes con el testimonio del Obispo Atanasio y de Sigiberto. Porque después de contar en las tres primeras, como el cristiano se dejó olvidada la imagen en su casa (el Obispo Atanasio la llamó cellulam) y como el judío que entró a habitarla, después de algunos días convidó a comer a un amigo, y la ira de este cuando vio el crucifijo; en la lección cuarta describen las escusas del inquilino con estas palabras: ille autem cùm adhuc praedictam imaginem non vidisset, sacramentis quibus poterat, affirmabat, quod illam de qua dicebat, imaginem penitus ignorabat. Parece inverosímil que el huésped que debió registrar la casa para comenzarla a habitar no viese una imagen del tamaño de esta de Valencia, y más estando infixa parieti contra lectuli faciem, como dicen las mismas lecciones. Y si era regular que la hubiese visto, también lo era que no diese esta escusa, en que no debía ser creído. Por otra parte merece atención que el P. Antonio Nachi, Jesuita, en el tomo IV de las cartas edificantes (edic. de Madrid de 1774), tratando de la misión de Siria, con ocasión de recordar el milagro del Cristo de Berito, asegure que se conserva aun esta imagen en aquella ciudad, diciendo: este monumento tan precioso está colocado en un lugar subterráneo de la Iglesia de S. Salvador (de Berito), que sirve a los turcos de mezquita; y los cristianos y los turcos acuden a pedir socorro en sus dolencias y necesidades a este milagroso simulacro. También hago memoria de haber leído, y no sé donde, que se conserva este crucifijo en la Basílica de S. Salvador de Roma. Esto me ocurre; quisiera hallar más documentos que dejasen este punto bien apurado.

El otro artículo acerca de la milagrosa aparición o venida de la imagen por el Turia, lo trató con extensión en sus Observaciones a las Antigüedades de Valencia el P. Fr. Joseph Texidor, de mi Orden, hombre diligentísimo, que por amor de la patria y de la verdad trabajó años en apurar este y otros hechos. Allí encontré demostrados los puntos siguientes.

1.° Que en el año 1245, ya firma en varias concordias el Cura de esta parroquia con el título de S. Salvador. Por consiguiente que es supuesto el título de S. Jorge, y mucho más la mudanza de él, que con motivo de la venida de esta imagen en el año 1250 suponen Escolano y otros.

2.° Que en ninguna de las escrituras de dicha Iglesia se halla la palabra crucifijo o su equivalente hasta el año 1548. Cosa que parece imposible, si ya desde el siglo XIII era aquí venerado con un motivo tan plausible. Porque siendo así, era preciso que en testamentos, fundaciones de misas, aniversarios &c. no olvidasen los fieles tan preciosa alhaja.

3.° Que en el siglo XVI el Venerable Fr. Juan Micó predicó seis sermones en dicha Iglesia y fiesta, los cuales se conservan entre sus obras con el título de Passione imaginis, y nada dice de que sea esta la imagen de Berito; sólo refiere aquella historia poco más o menos como está en los sermones del discípulo, y como la refieren los breviarios de esta Iglesia MSS. e impresos en las lecciones de maitines, sin señalar el lugar de donde las tomaron, y como la refiere en la fiesta de la Exaltación de la Cruz un santoral MS. que se conserva en el archivo de la Catedral, que parece ser del siglo XV. 

A estas observaciones del citado escritor deben añadirse las resultas que tuvieron las preces del XXII Arzobispo de esta Iglesia D. Andrés de Orbe y Larreategui sobre esta materia. Pidió este Prelado a Benedicto XIII el año 1729 (1429, Papa Luna) que restituyese a esta Iglesia el oficio antiguo de Passione imaginis de que había usado hasta la reforma de S. Pío V. No he podido hallar la respuesta del Papa, como he encontrado las preces del Señor Orbe, de que envío copia (a). Pero el efecto mostró no haber accedido a ellas la santa Sede; pues en tal caso gozaría hoy esta Diócesis la gracia que solicitó aquel Prelado, o a lo menos la dicha parroquia, donde ese día se reza, no el oficio antiguo de Passione imaginis, sino el general de la Dedicación del templo de San Salvador. Todas las apariencias son de que Benedicto XIII, siguiendo el ejemplo de S. Pío V, desestimó la súplica por no estar bien averiguada, así la milagrosa venida de esta santa imagen como su identidad con la de Berito. Aún tiene mayor peso este argumento, si consideramos la condescendencia de la santa Sede en restituir a esta Iglesia algunos oficios antiguos abolidos por S. Pío V, como las de la sangre de Jesucristo, del Ángel Custodio y los dos Santos Vicentes. Sin embargo que el de la sangre era mucho más reciente, que el de que hablamos. Por donde se ve que para la concesión de este otro oficio, hubo justo inconveniente, que sin duda fue la falta de documentos en apoyo de los hechos de que se trata. Por otra parte la venida reciente de este simulacro por el Turia la callan los mismos códices de esta Iglesia, aunque refieren el suceso de Berito; no siendo verosímil este silencio de un hecho tan señalado y glorioso para esta Iglesia en unos códices cercanos al tiempo en que se fija; antes bien, si tal hubiera, de hecho tan maravilloso, hubieran dejado memoria o alusiones por lo menos en algunos de los responsorios, y en el ofertorio y comunión de la misa, como sucede con menos motivo en las fiestas de S. Lázaro, San Onofre y otros; o a lo menos algún vestigio en la oración, en la cual sólo se habla de la pasión de Jesucristo, y tal cual códice añade la palabra imagen. Lo restante del oficio es tomado en unos del de la Exaltación de la Cruz, en otros del que celebraba esta Iglesia de quinque plagis. Alguna consideración merece la reflexión que ofrecen las preces que he dicho; y es, que esta fiesta es de un origen muy reciente, a saber, del año 1460; lo cual, aunque sólo se entienda del oficio y misa, no es verosímil que sucediese, si tan antigua es la venida de esta imagen como suponen. Tampoco es fácil combinar con esta época posterior a la canonización de S. Vicente Ferrer la grande devoción que se supone haber tenido este Santo a dicha santa imagen. Porque si tal fuera, parece regular que con su crédito y autoridad lograra, aún viviendo, que se estableciera esta fiesta, de la cual no me acuerdo haber visto alguna memoria en sus sermones. 

En fin, yo no niego la posibilidad de estos hechos; pero vuelvo a decir que desearía nuevas luces que desvaneciesen mis dudas sobre ellos, y más tratándose de este devotísimo crucifijo cuya sola vista despierta muy tiernos afectos, y es santamente y con gran fruto venerado en esta ciudad, y a sus moradores sirve como de asilo y lugar de refugio en las calamidades privadas y públicas. Hablo con esta franqueza de la piedad, constándome que contra la sólida devoción de los pueblos nada influyen las controversias históricas sobre el origen de las imágenes; en las cuales quiere la Iglesia que veneremos, no lo que son en sí, sino lo que representan, y que prescindamos de todas las circunstancias históricas sobre su origen y portentos, cuando no están apoyadas en documentos sólidos. Y así aun cuando la devoción de nuestros mayores haya sido sorprendida en este punto como yo lo sospecho, por la oscuridad de los tiempos; sin embargo son muy dignos de alabanza y de imitación los que siguiendo el ejemplo de Santo Tomás de Villanueva y de otros siervos de Dios, buscan en la presencia de este divino simulacro un despertador de la compunción y del fervor del espíritu que debe vivir siempre en nosotros. 

¿Qué diré de los oradores que olvidando este fin que es el principal de la oratoria cristiana emplean todo el tiempo y caudal en probar que esta es la imagen de Berito? Cosa que aun siendo cierta y pudiéndose demostrar, era bien tratarla separadamente y en otras ocasiones, mas no en un sermón, en el cual no debe ocupar más lugar que el que se permite a la narración para sacar de ella el fruto que espera el pueblo: que no todos acuden a la Iglesia llevados de la curiosidad de oír glorias de la patria, sean como sean.

En resolución, yo creo que esta imagen y su fiesta no tuvieron otro origen que la devoción de esta ciudad y sus Obispos; los cuales, como ya dije, en desagravio del descomedimiento de los judíos de Berito establecieron tal vez esta fiesta anual, a imitación de los pueblos de Oriente y de Occidente, que desde luego (a) la habían instituido por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Por lo demás me consta que los piadosos literatos de esta ciudad no dan oídos a los que según la expresión de D. Lucas de Tuy: dicunt aliqua esse fingenda, licet vera non sint, ad Christi nominis gloriam dilatandam... Veritas namque cum sit, vult veridicis praeconiis collaudari. (Luc. Tud. adv. Albig. error. lib. II. cap. XI.) 

Se me olvidaba decir que hasta la mitad del siglo pasado ha permanecido en esta Catedral una capilla con la invocación de Passione imaginis, en cuyas paredes se conservaban algunas pinturas de la historia de Berito; y es la misma capilla que ahora se llama del Santo Buen Ladrón. Mas aun siendo esto así, como lo es, y que el Obispo D. Fr. Andrés de Albalat fundó en ella una capellanía con el título del cuerpo de Cristo, que es también advocación de la misma capilla; y posteriormente se fundó otra con el título de la imagen ultrajada, lo más que de allí pudiera colegirse a mi parecer es, que en el siglo XIII ya se había introducido aquí la devoción a la imagen de Berito, pero no que la fiesta deba su institución a la venida de la imagen, ni menos a su identidad, supuesto que no hay documentos de lo uno ni de lo otro. Valencia 28 de Noviembre de 1802. 

NOTAS Y OBSERVACIONES. 

(1) La imagen tan celebrada de Berito. Berito, ciudad marítima de la antigua Fenicia, conocida con el nombre de Colonia Felix Julia, llamada ahora Beirut

o como dicen los italianos, Baruti, está situada a la costa del mar de Siria, no lejos de Sidón, como consta del Itinerario de Antonino: algunos geógrafos modernos (Baudrand art. Berytus) la colocan entre Trípoli y Damasco (V. Le Quien Oriens christ. t. III. p. 90. 1326). De la antigüedad de este pueblo hay varias memorias en Strabon (Estrabón) (lib. XVI.), y en Plinio (lib. V. cap. 20). En ella hizo Agripa un suntuoso teatro, donde se hicieron juegos y otras representaciones con gran magnificencia (Tillem. Histoire des Juifs, art. XXXI. ap. Hist. des Emper. t. I. p. 475). Eusebio hace memoria de una famosa escuela que había en Berito, por cuya causa vivió allí mucho tiempo S. Aphiano Mártir (de Martyr. Palaestinae cap. IV). Otro tanto cuenta Sócrates (Hist. eccles. lib. IV. c. 27.) de S. Gregorio Neocesariense después que dejó la escuela de Atenas. Por una ley de Teodosio II fue erigida su Iglesia en Metrópoli honoraria de la Fenicia, igual en título de dignidad a la de Tiro, no en la jurisdicción: dio ocasión a esto la contestación de Phocio, Metropolitano de Tiro, con Eustatio, Obispo de Berito, examinada y disuelta en el Concilio de Calcedonia (Tillem. 5. Leon. art. CXIV. CXV. t. XV. p. 676). De la ruina de una gran parte de esta hermosa ciudad y de sus muros que tanto alaba Dionisio Afric. (Beryti et moenia grata) por el terremoto del año 349 y 112 del imperio de Constancio, y de la fingida conversión de algunos gentiles vecinos de ella aterrados con este azote, a pesar del testimonio de Teophanes, duda Tillemont en la vida de aquel Emperador (art. XIII. t. IV. p. 349). Blas Terzi (Syria sacra lib. I. c. 171) dice que apenas llegará ahora el vecindario de este pueblo a dos mil personas y que tienen en él los católicos un Obispo Maronita, y otro Griego los cismáticos. De los Obispos pertenecientes al último estado de esta Iglesia desde el siglo XI habla Le Quien en la obra citada (Oriens Christ. t. III. p. 1326, 1327).

En esta ciudad sucedió la maravilla de que tratamos, de la cual habla Baronio el día 9 de Noviembre, y cuya historia refiere Sigeberto por estas palabras: judaei imaginem Salvatoris invenientes in domo cujusdam judaei, ibi relictam à quodam christiano, eam injuriose deposuerunt, et omnia opprobria quae judaei Christo Jesu intulerunt, ejus imagini inferebant. (Sigeb. Cron. ad ann. 765). En confirmación de este suceso suele alegarse también el tratado de un antiguo Obispo de Siria llamado Atanasio, y otro sermón cuyo título es: sermo sanctae memoriae Patris nostri Athanasii de imagine Christi, quod factum est miraculum in civitate Beryto, tempore Constantini et Irenis uxoris ejus.

En el (cap. IV.) se refiere más a la larga el suceso, añadiéndose que aquella imagen había sido primero de Nicodemo, después pasó a manos de Gamaliel, de Santiago, de Simeón, y últimamente de Zaqueo, habiéndose libertado de la ruina de Jerusalén: que toda aquella multitud de judíos, vista la sangre y agua que milagrosamente salió del costado de la santa imagen, se convirtieron a la verdadera fe: que el Metropolitano de Berito guardó en redomas de cristal varias porciones de aquella sangre y agua, las cuales envió a diversos pueblos de Asia, África y Europa, dando cuenta de tan gran maravilla, de la cual queda un insigne testimonio en las actas del Concilio Niceno II (act. IV) A los centuriadores magdeburgenses y otros que intentaron desmentir esta historia responden Simón Maiolo (Historiar. tot. orb. centur. IV. c. X.), y Jac. Gretsero (de Cruce Christi lib. I c. XCVIII.) 

(2) La habían instituido por encargo del Metropolitano de aquella Iglesia. Por testimonio de Sigeberto y del Obispo Atanasio consta que el Metropolitano de Berito envió desde luego a varios pueblos de la cristiandad porciones de la milagrosa sangre y agua que salió de esta imagen: hoc insuper ab eis efflagitans, ut annos singulos in mense Novembri... nono die ipsius mensis... non minori reverentiam quàm Natalis Domini vel Pascha, ista dies praecipuam observatione colatur. De este encargo procedió, a juicio de Molano, la rápida propagación de esta fiesta, así en Oriente, como en Occidente. Establecida la fiesta, era ya fácil que se sacasen copias de aquella prodigiosa imagen, y que se colocasen en capillas o templos con su advocación, como sucede hoy día aún en España con varias imágenes de Jesucristo y de nuestra Señora. Y así D. Agustín Sales, refiriendo a otro propósito que en el antiguo misal valentino (impreso en Venecia el año de 1509 fol. CCXCVIII) a 9 de Noviembre se halla la misa: in festo passionis imaginis Domini Jesu Christi, añade: pero esta no era propia de Valencia, sino común a todas las Iglesias, tanto del Oriente, como del Occidente, como advierte César Baronio en sus notas, por celebrar todas el milagro de la imagen pintada de Berito, que menciona en el dicho día el martirologio romano (Sales Memor. del santo sepulcro pág. 126). 

dissabte, 14 de maig del 2022

CARTA 6. Prosigue la noticia de los códices de la santa Iglesia de Valencia.

CARTA 6. 

Prosigue la noticia de los códices de la santa Iglesia de Valencia. 

Mi querido hermano: Vamos adelante con nuestros códices, que son por ahora toda la geografía y bellas artes a que se dirigen mis especulaciones. 

Conserva esta Iglesia en su archivo un ritual papal MS. en buen pergamino en 4.° con esta nota al fin: iste liber donatus est à Rmo. D. D. L. Episcopo Tusculano, Cardinali de Ursinis, Collegio Ecclesiae S. Salvatoris in lauro de urbe, Canonicorum S. Georgii in alga Venetiarum. Este Cardenal es el latino Ursino creado por Nicolao V, y hecho Obispo Tusculano por Sixto IV en 1472. 

Creo haber hablado en el correo anterior de un pontifical que tiene en las iniciales algunas miniaturas de Obispos con las planetas antiguas. Es un códice en folio menor MS. en pergamino, y parece del siglo XIV: sin duda alguna es de la Iglesia Romana. A la misma pertenecen otros libros litúrgicos impresos a fines del siglo XVI, y harto conocidos y comunes.

De esta de Valencia he visto y extractado un ritual MS. en vitela en 4.° muy usado. Es sin disputa del siglo XV, así por su carácter, como porque en la fórmula de la absolución in articulo mortis, dice: facultate mihi concessa ab Eugenio Papa; lo cual, aunque puesto por verbi gratia, viene bien con Eugenio IV, que subió al pontificado en 1431, no pudiéndose acomodar a Eugenio III, que gobernó la Iglesia en el siglo XII: tiempo en que esta ciudad estaba aún bajo el dominio de los moros. En los entierros supone los cementerios separados, pero próximos al templo; de lo cual hablaré otro día. 

Lo mismo supone un ordinario de esta Iglesia en 4.° impreso aquí en 1527 por Jorge Costilla, y otro en 1514 por Juan Jofré. Tiene además el primero algunas variantes curiosas, señaladamente en la reconciliación de la Iglesia violada; y el orden que acerca de ello establece, dice haberse observado en la reconciliación de la Iglesia parroquial de S. Juan de esta ciudad año 1506.

En la bendición del ejército que está para embarcarse, manda que (1) en las naves se diga missa sicca, y que en lugar del canon se digan de rodillas tres Padre nuestros y tres Ave Marías. Ordena igualmente que se diga el evangelio último antes de la bendición. Así se halla también en un fragmento de un ordinario MS. en pergamino. Otro códice hay que fue del uso de los Religiosos de la Orden de Predicadores de esta ciudad. Contiene el salterio, hymnodia, oficio de difuntos, de la Virgen &c. Está excelentemente escrito en pergamino, y es posterior al año 1411, en que se compuso el oficio propio del Ángel Custodio de esta ciudad y reino, cuyos himnos coloca entre los demás. No tengo presente si he dicho que hay de esta Iglesia dos impresiones del oficio de Semana santa, una en 1494 por Jayme de Villa, y otra en 1533 por Francisco Romano. Ambas son en 8.° y tienen las rúbricas en lemosín; y a la segunda se añadió el oficio de la noche de Navidad. Existen en esta biblioteca de Santo Domingo: de la primera creo que es el ejemplar que posees. En la copiosa biblioteca pública que erigió en su palacio el ilustrado Arzobispo Don Andrés Mayoral he hallado otros ejemplares de los códices pertenecientes a esta Iglesia que ya tengo referidos. Mas hay entre ellos un MS. que contiene el oficio de la Virgen, de difuntos, del Espíritu Santo y de la santa Cruz. Es posterior al año 1455 porque pone a San Vicente Ferrer en la letanía post. Ps. Peenitent. Está escrito en vitela con mucha prolijidad. Lo particular que he hallado en él es la Gloria de la misa de B. Virg. ab Adventu Nativit., donde pone alabanzas de María Santísima diferentes de las que se usaban por aquellos tiempos en otras Glorias Mariales. Dice, entre otras cosas: “Qui tollis.... Suscipe &c. Ut nos tibi placeamus jugiter, et sacrosanctae tuae Matri Mariae. Qui sedes &c. Per Mariae suffragia, quae est Mater suae prolis et filia. Quoniam tu solus Sanctus: Maria sola Mater innupta. Tu solus Dominus: Maria sola Domina. 

Tu solus Altissimus: Pater Mariae et Filius, Jesuchriste. Cum Sancto &c.” 

También trae en el oficio de la Virgen del mismo tiempo un Te Deum Marial del tenor siguiente: 

Te Matrem Dei laudamus, te Dominam confitemur. 

Te aeterni Patris templum omnis terra &c. 

Te Filii Dei thalamum coelestis curia admiratur. 

Te Sancti Spiritus sacrarium omnis spiritus incesabili voce &c. 

Sancta (ter) et immaculata Dei Mater. 

In te Cherubim et Seraphim cognoscunt chrismata potiora. 

Te Dominationes honorant Angelorum Dominam. 

Te laudat omnis hierarchia nobile Trinitatis triclinium. 

Coelum et terra quam replet gloria tua facies gratiosa. 

Te sequuntur virgines aureolis decoratae. 

Ad te per orbem terrarum lacrymosa suspirat Ecclesia, 

Mater immensae pietatis: 

Veneratur tuum Filium, qui te fecit admirabilem: 

Sanctum quoque Spiritum, qui tua sponsalia procuravit. 

Tu es Regina coelorum. 

Tu es Domina Angelorum. 

Tu es prudens thesauraria gratiarum et honorum. 

Tu es gloriosa civitas, in qua Filius Altissimi requievit. 

Tu portasti Patrem aeterni saeculi. 

Tu lactasti Angelum magni consilii. 

Tu sedes in gloria Deitatis. 

Tu es nostra interventrix, et favorabilis advocata. 

Te ergo quaesumus tuis famulis subveni redemptis pretioso sanguine Filii tui. 

AEterna fac cum servís tuis in gloria numerari. 

Salvos fac Evae filios, restauratio perditorum. 

Et rege eos, et extolle illos, ut habentes laevam sub capite dexteram tuam amplectamur. 

Et per singulos dies consolationibus uberibus repleamur. 

Et laudamus nomen tuum in saeculum, quam Dei summi colimus genitricem. 

Digneris nos dulcissima Virgo Dei Mater misericordiae in isto certamine consolari. 

Conserva nos in gratia, fons et origo totius pietatis. 

Fiat misericordia tua, Domina, super nos, ut tuae mansuetudini grati simus. 

In te, Domina, sperantes perfruamur tuis aspectibus in aeternum.

Vi en la misma biblioteca un breviario de esta Diócesis impreso por Diego Gumiel en 1517. Es en todo conforme al de 1533, salvo que todavía no pone la historia del milagro de S. Cristóbal, que ya se halla en este último, y alguna otra variante de corta consideración. Item, un calendarium perpetuum Ecclesiae Valentinae, impreso por Juan Mey en 1551.

Existía allí mismo un horarium, o códice de devociones del uso del Rey D. Jayme el Conquistador. Así consta de los índices ordenados por su actual Bibliotecario D. Vicente Esclapés. Pero de las diligencias que se han practicado para encontrar este precioso monumento, no se sacó más fruto que llorar su extravío: desgracia harto común a otras bibliotecas defraudadas de muy ricas alhajas de esta especie, por la avaricia que llaman literaria de atesorar libros, sin reparar en que sean ajenos, tal vez para sacrificar a la vanidad, lo que está consagrado a la utilidad pública. Robos dorados con no sé qué pretextos, y que frecuentemente se pagan bien a costa de las buenas letras, con caer libros y documentos preciosos en manos de herederos ignorantes. Igual suerte ha experimentado en esta biblioteca una carta original del Marqués de Mondéjar. Aunque en esta pérdida me consuela el hallazgo de otras ocho del mismo, también originales, que he copiado de la biblioteca de Santo Domingo, dirigidas a su amigo el P. M. Fr. Serafín Tomás Miguel, Religioso de este convento, conocido por sus escritos (a: Estas cartas ilustradas con algunas notas se hallarán en el apéndice núm. XI. ). Trata en ellas el Marqués de varias materias eclesiásticas, que no debo ni puedo ventilar ahora. Señaladamente se muestra empeñado en que el padre de mi Patriarca Santo Domingo de Guzmán no se llamó Felix, sino Ferrán o Fernando. Opinión que han abrazado algunos, tal vez por un cierto aire de singularidad. Al M. Miguel ninguna fuerza le hicieron las razones de Mondéjar. Antes con gran número de argumentos prueba en una disertación particular la equivocación de su amigo, y de los que le precedieron. A la prueba tomada de la autoridad de los escritores coetáneos se debe añadir el testimonio del Dominicano Rodrigo Cerratense, escritor del siglo XIII (a), que llamó Félix con todas las letras al padre de Santo Domingo, y el de un códice MS. del siglo XIV de sermones para las fiestas de todo el año, que existe en el archivo de esta Catedral, del cual pudiera útilmente aprovecharse cualquier ilustrador de las vidas de los Santos; no menos que el que intentase una nueva edición de algunos Santos Padres, hallaría grandes tesoros en MSS. de sus obras que aquí se conservan. 

(a) Conjeturo que este escritor era natural del valle de Cerrato, cerca de Palencia, donde moraba el año 1267. Compuso un santoral, que él mismo intituló: vitas Sanctorum, obra desconocida a Echard y a Nicolás Antonio, de que dio la primera noticia al público el M. Flórez en la España sagrada tom. II, pág. 210. y pág. 396. De él se hablará con extensión cuando se publiquen las adiciones que se están preparando a la Biblioteca de escritores de mi Orden que compuso el Padre Echard. 

Veríase entonces cuan fácil es a los españoles, sin salirse de su casa, perfeccionar el trabajo de Balucio, de los PP. Maurinos y de otros literatos extranjeros: y tal vez comenzaríamos a recobrar los inmensos caudales que expenden ahora los nuestros en sólo este ramo. Puede gloriarse España de que posee muchos MSS.; pero thesaurus invisus, quae utilitas? Mil fatigas, y quizá inútiles, cuesta a muchos de nuestros escritores la averiguación de sus dudas en materias de grande interés para la literatura española: mientras vemos con envidia publicados sin ella los documentos y papeles de los archivos de Francia, Italia y Alemania, en donde beben los sabios de aquellas naciones las noticias que les interesan. Por este medio se propagan las luces, se estimula la aplicación, se llenan de gloria los reinos, y brilla la verdad, saliendo de los escondrijos, donde la diligencia de sus amadores la dejó guardada. Escusada fuera esta digresión si pensara con quien estoy hablando. Pero allá me llevo mi imaginación, o más bien el ansia de ver promovida en España por este medio la sólida literatura.

Ya se me pasaba dar noticia de otro pontifical del siglo XV, que no se sabe de qué Iglesia es. Parece de esta por la uniformidad que guarda con sus códices en el rito de purificar los cementerios violados. Pudo ser de la Tarraconense, y esto es más verosímil. Llevo de él algunas apuntaciones útiles. El tiempo en que se escribió le colijo del silencio que guarda, así en las protestas del consagrante, como en el juramento del electo, acerca de la obediencia a la Silla apostólica, visita ad limina Apostolorum, y lo demás consiguiente a esto. El decreto que se pide es el de la elección del clero, y se jura obediencia al Metropolitano. También es notable el rito que precede al examen y consagración: porque el sábado precedente al Domingo destinado para este acto, se sentaba el Metropolitano en el atrio de la Iglesia, y compareciendo el Arcediano u otro Presbítero de la Iglesia del electo, pedía con muchas ceremonias la gracia de que fuese consagrado. Y conducido este finalmente y hechas varias preguntas, le decía el consagrante: "quia ergo omnium in te vota conveniunt, hodie asbtinebis, et cras, Deo annuente, consecraberis. R. Electus praecepisti: tunc discedunt in loca sua; et abstinet illa die consecrandus in pane et aqua, nisi per consecratorem cum eo fuerit dispensatum.” La bendición del báculo precede a la comunión, a la cual se sigue la de la mitra. En la bendición Abbatis Monachorum se expresa siempre la regla de S. Benito. Paso en silencio otras cosas notables, que ocuparán un digno lugar en la historia de nuestros ritos. Basten estas noticias; estoy preparando otras de más entidad, que ilustrarán juntamente la historia eclesiástica, por la conexión que con ella tiene la materia que principalmente se me ha encargado. 

Dios te guarde muchos años. Valencia a 24 de Noviembre de 1802. 


NOTAS Y OBSERVACIONES. 

(1) En las naves se diga misa sicca. Esta clase de misas, anteriores cuando menos al siglo XIII (Thiers Superst. t. II. p. 374), sin consagración ni sumpcion del sacratísimo cuerpo de Cristo, se celebraban aún el siglo XVI en varias Diócesis de Occidente con aprobación de la Silla apostólica, como consta del libro sacerdotal, aprobado por León X, e impreso en Venecia el año 1523, y segunda vez en 1560 (c. XXXIV.) y de Juan Burchardo, maestro de ceremonias de la capilla pontificia, en su ordo missae, impreso en Roma el año 1559 (rubric. XVI. pág. 40.); y no sólo en las naves, sino aun en tierra por causas justas a juicio de los Prelados, y con su autoridad. Thiers (ib. p. 381.) asegura que nunca fueron autorizadas estas misas por Papas ni Concilios, ni regla ninguna eclesiástica, y que nacieron ab indiscreta et privata quorumdam devotione, como decía Bona (Rer. liturg. l. I. c. XV. n. 6.). Genebrardo (Liturg. apost. c. XXX.) cuenta haber él asistido en Turín el año 1587 a una de estas misas, que se celebró por la tarde solemnemente, y con ministros revestidos de sus ornamentos, en las exequias de una persona noble de aquella ciudad. A esta licencia pudiera haber dado ocasión el origen de estas misas. Si fuera cierto, como creen algunos, que fueron instituidas por el Concilio III de Cartago (capit. XXIX.) en favor de los difuntos que se enterraban por la tarde (Bocquillot Liturg. sacrae lib. II. c. VII. p. 393. sig.), de donde dicen haberse propagado después a la administración del viático a los enfermos, y para consuelo de otros legítimamente impedidos que no podían acudir al santo sacrificio. Sea de esto lo que fuere, en algunas Diócesis se toleraban en el siglo XVII, y aun después se han permitido a los Cartujos en sus celdas, como aseguran Martene y Bocquillot, y consta del breviario cartujano de 1587, donde se conserva la misa seca de nuestra Señora, que le celebraban después de los maitines y laudes del oficio parvo. El decirse la misa seca en las naves, como supone este ritual valentino, pudo nacer de la devoción de San Luis, de quien escribe Nangis el monje de San Dionisio, que la hacía celebrar en su barco a su vuelta de Tierra Santa. De aquí tomó el nombre de misa náutica o naval, cuya descripción puede verse en el citado libro sacerdotal y aprobado por León X, y en la obra de Bona (loc. laud. V. Merati observ. in thes. sacror. rit. part, I. p. 38).

La ceremonia prescrita en este ritual de decir tres veces Padre nuestro y Ave María en vez del canon, es singularísima. Lo único que se practicaba en otras Iglesias era no omitir el Pater noster. En algunas partes se mostraban reliquias de Santos al tiempo en que debía hacerse la elevación de la sagrada hostia. Por estas y otras notables variantes puede colegirse la parte que tuvo en las misas secas la privada devoción del pueblo.